Sin Dios y sin familia, destrucción y muerte
MIRAR.- Estamos impactados por tanta violencia, dentro y fuera del país. Las masacres perpetradas por jóvenes en Estados Unidos, así como el intento de copiarlas por parte de adolescentes y niños de nuestras escuelas, nos hacen cuestionarnos: ¿Qué nos ha pasado, que hemos llegado a tanta degradación? Siempre ha habido crímenes y guerras, pero como que estamos cayendo en niveles incontrolables.
Muchos de los miembros de cárteles y de grupos criminales, entre nosotros, se consideran creyentes, la mayoría católicos; son muy devotos de la Virgen y de algunas imágenes de su región. Sin embargo, su conducta es totalmente contraria a la fe que dicen profesar.
Si en verdad tuvieran en cuenta a Dios, su vida sería muy diferente.
Muchos de ellos proceden de familias desintegradas, con ausencia de un padre que les haya inculcado el trabajo, la honradez, el respeto a los demás, o con una madre muy consentidora que nunca les impuso una sana disciplina, que no les educó para la sana convivencia social, para la solidaridad con los más pobres, para la vida en la comunidad.
A esto hay que sumar la degradación que ha permeado instituciones de la sociedad que hacen cuanto pueden para restarle valor a la vida y a la familia, como si éstas fueran cosas del pasado. Es muy lamentable, por ejemplo, que nuestra Suprema Corte de Justicia haya declarado inconstitucionales algunos artículos de legislaturas locales que defienden la vida desde la concepción. Dice la Corte que los estados no tienen facultades para definir cuándo empieza la vida humana y qué es persona; y que, por tanto, es legal abortar, como un derecho de la mujer. Nuestra Corte debería ser de Constitucionalidad, no de Justicia, pues está legitimando una grave injusticia, que es destruir una vida humana que ya es una realidad desde la concepción. Si no se respeta la vida del débil e inocente en el seno materno, ¡de qué nos extrañamos si hay tanta violencia, destrucción y muerte en la vida nacional!