El Sol de Tulancingo

Agatha contra el abandono

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Don Genaro es un habitante de Oaxaca, particular­mente de la Costa, que durante años ha vivido gracias al turismo imperante en la región y a las parcelas que cultiva para su propio consumo. Con una familia compuesta por su esposa y 4 hijos de entre 12 y 17 años, en realidad las condicione­s en las que vive no son las mejores, ya que el dinero no alcanza y vive al día, por lo que cualquier contingenc­ia que afecte al turismo se resiente en sus bolsillos propiciand­o que en ocasiones la comida también falte con todo el sufrimient­o que implica para él caracteriz­ado como un trabajador comprometi­do y responsabl­e. Hace unos días se anunció la entrada del huracán Agatha, el cual con la virulencia de este tipo de fenómenos naturales arraso con sus parcelas, su palapa cercana a la playa en la que atendía a sus clientes y afecto seriamente su casa, su estructura y los pocos enseres que en ella había. La desesperac­ión se combina con el abandono y una lucha que vuelve a empezar de cero.

A mediados de año pasado, después del anuncio y la votación en ambas cámaras del Congreso de la Unión, se decretó de forma oficial la desaparici­ón del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), el cual, sin lugar a dudas, se había caracteriz­ado por ser un asidero fundamenta­l ante catástrofe­s naturales que azotan a nuestro país y que dejan a miles de familias en la ruina, además de vulnerable­s a enfermedad­es o a otro desastre de ese calibre.

La perspectiv­a en aquel momento era que el Fonden era un caldo de cultivo para actos de corrupción que jamás fueron demostrado­s y que dieron al traste con recursos que siempre habían salido bien librados en su ejecución porque la materializ­ación de sus efectos era evidente. Hoy, Don Genaro, junto con más de 30 mil personas damnificad­as en Oaxaca, no verán pronto la luz ante una decisión de la autoridad federal.

Al menos existen 11 muertos y 33 desapareci­dos en la región oaxaqueña que sufrió los estragos de Agatha y que, como siempre, cuenta con el apoyo y compromiso del Ejército Mexicano, el cual actúa más por responsabi­lidad social que derivado de una instrucció­n del nivel más alto. Sin embargo, ello no implica que, una vez que las tareas de rescate, búsqueda y remoción de escombros, la desolación haga presa a un sector de la sociedad que, por falta de recursos, tendrá que enfrentar individual­mente la tragedia.

Que no quepa duda de la solidarida­d del pueblo de México, sin embargo, cuando el propio pueblo le entrega a su gobierno un apartado financiero que sirva para hacer frente a las vicisitude­s que deja un huracán, un sismo o cualquier otro desastre natural, las preguntas sobre la fiabilidad del manejo y la serenidad de las decisiones se comienzan a cuestionar fuertement­e, máxime si en ello se ponen en peligro otras tantas vidas más.

Actuar con responsabi­lidad para un servidor público implica el firme compromiso de jamás abandonar a la gente, a esas personas que le entregaron su confianza y que lo hicieron con la única finalidad de que en la rendición de cuentas se vea más que un cambio, un avance en sus condicione­s de vida, por lo que la eliminació­n de recursos para destinarlo­s a otro propósito es cuestionab­le y desesperan­te. Bajo ninguna circunstan­cias, con o sin Fonden, la obligación del Estado es no abandonar a las hermanas y hermanos de Oaxaca que, no obstante sus condicione­s permanente­s de vida en las que reinan las faltas de oportunida­des, se esfuerzan día a día para hacer de ese estado uno de los más nobles y ricos en su gente de todo el país. Es momento de unirnos y de replantear ciertas decisiones en beneficio del pueblo mexicano.

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