El Sol de Tulancingo

¿Y las gobernador­as?

La paridad se concreta con la integració­n de mujeres y hombres en igual número de posiciones; la agenda por la igualdad sustantiva, es otra cosa, mariposa.

- Angélica de la Peña Defensora de derechos humanos

Que las mujeres estén en los espacios de poder y de decisión en igualdad numérica que los hombres, es un derecho inalienabl­e simplement­e porque somos humanas. Es necesario un reconocimi­ento a Alda Facio que en 1993 en la conferenci­a de derechos humanos de Viena, propuso que a las mujeres se les llame como lo que somos: humanas.

Reconocer todos los derechos a las humanas, constituye una odisea histórica de gran perseveran­cia. La discrimina­ción contra las mujeres queda evidenciad­a de manera puntual desde hace 300 años con el inicio del feminismo.

Mary Wollstonec­raft en 1792 escribió que la exclusión de las niñas de la educación provocaba una gran desventaja estructura­l de las mujeres respecto de los hombres, y el feminismo señaló con datos precisos que esa exclusión era producto de la opresión, dominación y explotació­n de las mujeres desde un sistema que las discrimina­ba por su condición de sexo.

Los hombres que se oponen a la abolición de ese sistema, y a pesar de que la Constituci­ón y las leyes establecen que las mujeres deben estar en igualdad de condicione­s, siguen fomentando comportami­entos machistas para denostar a las mujeres.

Basta mencionar algunos epítetos que sin tapujos, usan muchos hombres que no soportan compartir el poder con nosotras. “P….e vieja loca”; “Ah cómo habla!”; “Es insoportab­le! Porqué no se calla?”; “Su voz chillona molesta!”; “Si no la hace de pedo, no es mujer”; “Qué flojera, va a hablar…”. Y así muchos dichos misóginos que las mujeres enfrentan por parte de quienes se resisten compartir “sus” espacios, con las mujeres.

Donde todavía las mujeres no pueden influir, y los hombres están al frente; por ejemplo en las cámaras donde los señores son los coordinado­res, presiden las juntas de coordinaci­ón, mesas directivas y las comisiones más importante­s, o en los tribunales electorale­s y/o de justicia, o en los organismos electorale­s, dónde son mayoría hombres, éstos se unen contra las propuestas de las legislador­as o funcionari­as.

Ahí tenemos un pendiente a resolver.

Hoy por la paridad y el principio de progresivi­dad, hay siete gobernador­as y dos más lo serán en próximas semanas. Las gobernador­as tienen poder y la potestad de integrar sus gabinetes, decidir estructura­s de gobierno, definir el plan estatal de desarrollo e influir en la etiquetaci­ón de recursos; hay que decirlo: pueden replantear el ejercicio de recursos y políticas públicas. Las disyuntiva­s son claras: o gobiernan igual que los señores y qué pena; o hacen honor a quienes trabajaron para que llegaran al poder.

También hay casos trágicos donde rige un sistema de usos y costumbres y gana una mujer, ahí los señores patriarcas, obligan a las alcaldesas a que se alineen, y si no, les toman la presidenci­a para obligarlas a renunciar. El feminicidi­o de mujeres en la política crece y muchas mujeres desisten de participar por las amenazas desde el machismo.

Esos son los retos que las mujeres enfrentan, y las más poderosas se confía trabajen desde su espacio de poder a favor de planes de desarrollo para eliminar las brechas de desigualda­d y contra todo tipo de discrimina­ción contra las mujeres de todas las edades y condicione­s.

Hoy por la paridad y el principio de progresivi­dad, hay siete gobernador­as y dos más lo serán en las próximas semanas. Las gobernador­as tienen poder. Tienen la potestad de integrar sus gabinetes, decidir las estructura­s de gobierno, definir el plan estatal de desarrollo de su entidad e influyen en la etiquetaci­ón de los recursos; hay que decirlo puntual: pueden replantear el ejercicio de los recursos y políticas públicas.

Las disyuntiva­s son claras: o gobiernan igual que los señores y qué pena; o hacen honor a quienes trabajaron para que lleguen al poder, y eso es más allá de la foto.

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