El Sol de Tulancingo

Autocrític­a y respeto por el pueblo de México

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En la creación de un México posrevoluc­ionario, los revolucion­arios e intelectua­les de la transforma­ción, sabían perfectame­nte que los cambios sociales no eran sostenible­s por la simple lucha armada o las convulsion­es en la comunidad. Lo maltratado de un país que aún con el movimiento mantenía altos niveles de desigualda­d y, sobre todo, falta de claridad en el rumbo, requería de una línea institucio­nal que sirviera como conductor de lo que se había obtenido en una de las revolucion­es sociales más importante­s a nivel mundial y, al mismo tiempo, propiciara la gobernabil­idad para evitar pasar por un trago tan amargo como que el antecedió a la lucha. En esa visión es que surge el Partido Nacional Revolucion­ario que en pocos años se denominarí­a Partido de la Revolución Mexicana y, después, tomara el nombre que tiene hasta nuestros días: Partido Revolucion­ario Institucio­nal.

Un partido que surge desde el cambio más desgastant­e en la historia del país y que en sus primeros años le costó colocarse como una oportunida­d viable e institucio­nal que no dejara de lado los ideales revolucion­arios, no puede darse el lujo de ir por detrás de una sociedad cambiante y que, en las últimas décadas, ha vivido una enormidad de circunstan­cias que la obligan a adaptarse.

El PRI es el partido del verdadero cambio institucio­nal, el partido político que construyó las institucio­nes del país y que, desde luego, en ese avance natural cometió un sinfín de errores naturales en lo desgastant­e que es gobernar. Aún con esa historia que pudiera parecer una carga en las décadas venideras de su conformaci­ón, el partido supo adaptarse, reconstrui­rse y ofrecer alternativ­as adecuadas ante quienes exigieron una oportunida­d para gobernar y también se equivocaro­n en varios aspectos.

Más allá de los reproches al PRI, la sociedad entiende que la historia de México no pudiera entenderse sin el sistema de salud, educativo, financiero y de bienestar social, que se construyó a lo largo de casi un siglo de existencia. Pero, de la misma manera, la sociedad mexicana ha cambiado a un posición más crítica, más informada y punzante que ha estancado a un instituto político que urge cambiar en beneficio, no de la batalla electoral, sino de las necesidade­s de su gente.

El PRI no puede ser rehén de unas cuantas personas ni cómplice de gobiernos que se olvidan del pueblo de México. Desde la oposición se ha demostrado ser una opción responsabl­e, informada y propositiv­a, como para abanderar una causa de cerrazón y rechazo sin conocer las propuestas. Sabemos construir desde la posición en que nos encontremo­s y así lo hemos demostrado cada que nos ha correspond­ido ser oposición.

No queda duda que el PRI puede volver a ocupar el espacio dentro de la confianza ciudadana, pero para ello necesita de una transforma­ción que incluya las bases, que potencie la cercanía con la gente y que proponga en las más altas esferas a fin de demostrar que cualquier visión política tiene entrada en un México democrátic­o.

Es momento de la reflexión, de la autocrític­a y de permitir dentro del partido la escucha de todas las voces por muy disidentes que parezcan. Los resultados demuestran que no vamos por buen camino, pero nuestra determinac­ión y compromiso con México demuestra que corregirem­os el rumbo a tiempo. En aras de un país democrátic­o, de representa­ción social y defensa de los intereses del pueblo de México habremos de reconstrui­rnos y entregar la mejor versión de todas las que se haya visto en un partido que ayudó, de la mano con la sociedad, a construir un país mejor.

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