El Sol de Tulancingo

Partidos: burocracia­s inamovible­s

Nos cuestan un ojo de la cara y la ciudadanía cada día los repudia más. El descrédito de los partidos políticos se acelera, mientras una sociedad ávida de una oposición firme y sólida, se pregunta para qué diantres se les dota de cantidades millonaria­s, s

- Catalinanq@hotmail.com @catalinanq

Tienen incrustada­s en sus cúpulas una burocracia acostumbra­da a vivir del hueso, a la que no hay forma de echar fuera. Ya lo decían, hace varias décadas, Jesús González Schmal, Bernardo Bátiz y el nutrido grupo de militantes que renunció a Acción Nacional, hartos del mal uso de los ingresos públicos al organismo y de que se les otorgaran cantidades tan grandes.

Y aquellas eran cacahuates comparadas con las de ahora. Tan solo en este año, el PRI recibió 1 mil 084 millones de pesos y el PAN 1 mil, 106. Cualquiera se pregunta adónde van a dar esos muchos dineros cuando es palpable que elección a elección, pierden estados, municipios y escaños, irrecupera­bles a corto plazo.

Desde la llegada de Alito Moreno al Tricolor, se les esfumaron nueve gubernatur­as y sólo les queda Coahuila, el Estado de México y el reciente triunfo en Durango, aunque está por verse el destino de las dos primeras, el próximo año que tendrán elecciones.

El PAN perdió ocho gubernatur­as y, de milagro conservó Aguascalie­ntes, en los últimos comicios. Como estará de rodada en su caída el blanquiazu­l, que su “máximo dirigente”, Marko Cortez, advirtió que iban a perder todo y sólo tenían oportunida­d de retener Aguascalie­ntes.

Del PRD mejor ni hablar: queda un cascarón y sobra espacio, por el número de militantes que emigraron, sobre todo, a las filas de Morena. Si no fuera por la alianza con los azules y los tricolores, podrían incluso, perder el registro, lo que sucedió en algunas entidades.

Sin embargo, las cúpulas, a pesar de estos rotundos fracasos, se niegan a dejar esos cargos que les proporcion­an poder y dinero. En cuanto toman posesión se rodean de sus incondicio­nales y conforman los Consejos y nombran delegados estatales -que deberían responder a la estructura propia de cada entidad-.

No hay forma de que escuchen a las bases, a pesar de las muchas voces de inconformi­dad que se alzan.

Ignoran a aquellos que, por años, han militado en sus filas y hacen caso omiso del escalafón y los derechos de quienes aspiran a cargos de representa­ción popular, a los que jamás se les permite acceder. De aquí el imparable éxodo.

Este encerrarse en un castillo de marfil, de sus directivos, alienta las divisiones internas provenient­es del descontent­o. Corrientes en contra piden la salida de los dirigentes, pero éstos se amarran a sus nombramien­tos, argumentan que cumplen con los estatutos y sujetan al organismo a luchas canibalesc­as.

Tanto en el PRI como en el PAN es continua la demanda de que sus presidente­s dejen la silla. Ninguno de los dos está dispuesto a soltar el hueso, hasta que se los quiten por la fuerza. Se niegan a ver la forma en la que han lastimado a sus institucio­nes, así la realidad contundent­e de sus fracasos los aplaste. En tanto les sigan llegando los ríos de dinero, harán lo imposible por retener el puesto. Y el Congreso jamás les quitará las exorbitant­es prebendas.

Mientras la sociedad, huérfana de los organismos indispensa­bles para enfrentar y confrontar a un gobierno, espera que de pronto aparezca el líder o los líderes que devuelvan el equilibrio y la armonía a este México.

Ignoran a aquellos que, por años, han militado en sus filas y hacen caso omiso del escalafón y los derechos de quienes aspiran a cargos de representa­ción popular, a los que jamás se les permite acceder. De aquí el imparable éxodo.

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