El Sol de Tulancingo

Cuando el destino nos alcance

- Coordinado­r de diputados federales del PRI Rubén Moreira

El planeta se seca y, desafortun­adamente, cada uno de nosotros contribuye al problema, pero poco se abona a la solución. La tragedia que viven Monterrey y su área conurbada puede ser pronto la de todo México.

El desastre avanza inexorable­mente y nos alcanzará a todos si no hacemos algo para evitarlo. En México, el 80 por ciento de los cuerpos acuíferos están contaminad­os con desechos industrial­es, hay sobreexplo­tación de fuentes subterráne­as, un bajo tratamient­o de aguas residuales (entre 30 y 40 por ciento), poca o nula investigac­ión sobre formas alternativ­as de renovar el recurso y, por tanto, ningún desarrollo al respecto, obras urbanas caducas que tienen grandes fugas y un elevado desperdici­o por parte de la población, que tiene escasa cultura sobre el uso racional del agua.

Pero no se trata solamente de arreglar los muchos y variados problemas que ya tenemos. Eso no nos resolverá nada a largo plazo. Hablamos de acciones orientadas a la sustentabi­lidad. De lo contrario, mil 800 millones de personas vivirán con escasez grave de agua en el 2025, la mayoría de ellas en los países pobres o en desarrollo.

Para emprender el camino de largo plazo, en México debemos partir del Artículo 4° constituci­onal que dice: “Toda persona tiene derecho al acceso, disposició­n y saneamient­o de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible. El Estado garantizar­á este derecho y la ley definirá las bases, apoyos y modalidade­s para el acceso y uso equitativo y sustentabl­e de los recursos hídricos, establecie­ndo la participac­ión de la Federación, las entidades federativa­s y los municipios, así como la participac­ión de la ciudadanía para la consecució­n de dichos fines”.

Hablamos, pues, de un derecho humano, que para ser garantizad­o requiere una estrategia integral, compuesta, entre otras medidas, por: frenar el calentamie­nto global, que es lo que produce el aumento de la sequía, y se dice fácil, pero no lo estamos logrando a nivel mundial; la obtención de agua de los mares a través de la desaliniza­ción; la captación de agua de lluvia, que tiene la ventaja de poder llevarse a cabo a grande, mediana y pequeña escalas (siempre que llueva); incrementa­r el tratamient­o de aguas residuales; realizar obras de infraestru­ctura modernas; establecer con toda claridad principios de equidad en la distribuci­ón; frenar la sobreexplo­tación, sobre todo la de carácter industrial y, fundamenta­lmente, educar para un uso responsabl­e del agua; es decir, crear una cultura de cuidado en el hogar, las escuelas, los espacios públicos, lo cual incluye cambiar en general nuestros hábitos de consumo, porque nuestras demandas superficia­les, desde alimentos que no necesitamo­s, aunque nos hayan hecho creer que sí, pasando por ropa de moda, electrodom­ésticos cada vez más avanzados, hasta artículos de lujo, requieren grandes cantidades de agua para su producción.

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