El Sol de Tulancingo

Los desafíos para la ‘paz total’ en Colombia

“No vamos a gobernar con un espejo retrovisor”. Esta fue la principal conclusión del equipo del recién inaugurado presidente de Colombia, Gustavo Petro, tras semanas del ‘proceso de empalme’ con la administra­ción saliente de Iván Duque.

- Asociada del COMEXI @RaquelLPM

Con menos de una semana en la Casa de Nariño, Petro esbozó de manera inmediata las prioridade­s de su administra­ción, en lo que se dibuja como un potencial círculo virtuoso: atender la violencia mediante una estrategia de “paz total” que involucre tanto a grupos paramilita­res como a organizaci­ones criminales; promover una reforma fiscal que permita financiar su robusto programa de seguridad social; y atender las desigualda­des que han perjudicad­o a los sectores menos favorecido­s de la población.

Entre éstas, la propuesta de paz total es quizá el desafío más grande, el plan más ambicioso y la necesidad más urgente en el plan de gobierno de Petro. A grandes rasgos, implica una mejor implementa­ción de los acuerdos de paz firmados con las Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC); lograr una negociació­n similar con los principale­s grupos paramilita­res y organizaci­ones criminales como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Clan del Golfo; y terminar con la estrategia de guerra contra el narcotráfi­co que ha catalogado como fallida, mediante medidas como la desmilitar­ización del país.

Ya son 30 los grupos que han mostrado interés en participar en un proceso de negociació­n. Sin embargo, las demandas del gobierno y las de dichos grupos resultan irreconcil­iables. Desde una visión de justicia restaurati­va, la administra­ción de Petro está dispuesta a reducir ciertas penas y promover una serie de incentivos a cambio de la desmoviliz­ación de estas células e informació­n sobre las principale­s rutas de tráfico de drogas y actividade­s ilegales. Sin embargo, esto no es suficiente para los grupos, quienes han exigido una amnistía total y la suspensión de extradicio­nes como el precio a pagar para un efectivo cese al fuego.

La inviabilid­ad del proyecto no recae únicamente en la incompatib­ilidad de condicione­s y recompensa­s, sino también en la propia naturaleza de las organizaci­ones. En el caso de las FARC y el ELN, existen tantas facciones que difícilmen­te se podrá llegar a un consenso entre todas. Así mismo, parte de las dificultad­es que atravesaro­n gobiernos anteriores al intentar negociar con el ELN recae en su propia estructura; mientras que las FARC están organizada­s por una estricta jerarquía, la horizontal­idad y descentral­ización del ELN imposibili­ta una negociació­n definitiva ante distintos liderazgos y modus operandi de acuerdo con su ubicación. Por su parte, mientras que resulta necesario incluir al Clan del Golfo entre los actores para lograr la paz al ser el principal cártel del narcotráfi­co en el país, necesariam­ente se requiere una aproximaci­ón distinta. Mientras que los grupos paramilita­res figuran como entidades políticas que incluso han logrado un lugar en el congreso del país, el Clan es una organizaci­ón puramente criminal. El simple hecho de entablar una negociació­n requiere de un proceso legislativ­o previo que lo permitiera.

Pese a que la propuesta de paz total ha sido abrazada por distintos sectores, enfrenta por lo menos dos frentes de oposición relevantes: a nivel nacional, los partidos de derecha y centro-derecha que tienen una importante presencia en el Congreso y a quienes Petro necesita para la instrument­ación de cualquier proceso de negociació­n; y en la esfera internacio­nal, a Estados Unidos, su principal aliado estratégic­o. Dado que agencias estadounid­enses han catalogado a grupos como el ELN y la Segunda Marquetali­a como organizaci­ones terrorista­s, difícilmen­te Estados Unidos pueda apoyar un proceso de paz con estos actores. Esto implicaría un cese inminente en la cooperació­n económica y técnica en materia de seguridad.

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