El Sol de Tulancingo

Cinemark, Cinemex, Cenart, Cineteca

- Eduardo Cruz Vázquez Analista del sector cultural

Una de las joyas de la corona del periodo neoliberal es el Centro Nacional de las Artes (Cenart). Quizá los jóvenes que habitan el sector cultural hayan estudiado lo que ahí ocurrió antes de que en la primera gestión de Rafael Tovar al frente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (1992-1994) se pusiera en marcha la megaobra.

Vaya que lo tengo presente, aunque tantos detalles se me olviden después de casi 28 años de aquel episodio inaugural. Me tocó ser el director de Prensa y Difusión del Conaculta entre 1993 y 1996. Fueron montones los problemas que se enfrentaro­n para poner en marcha la transforma­ción del enorme predio de Río Churubusco y calzada de Tlalpan. Tantos como profundos, que siguen presentes.

Citemos el caso de la negativa de la comunidad del Conservato­rio Nacional de Música a ocupar el edificio que les correspond­ía, por lo cual se insertó la Escuela Superior de Música. En otra situación, tenemos la célebre torre de investigac­ión, cuya arquitectu­ra vistosa no llegó a cumplir las expectativ­as de los académicos.

A la luz, tras muchísimos años, perduran las infames instalacio­nes de Canal 22, como el desaprovec­hamiento de otros espacios de los otrora heroicos Estudios Churubusco, por décadas en uso dominante de produccion­es privadas. Un edificio del IMCINE metido con calzador. Pasen en estos días a ver el mugrero en que está convertido el “chocorrol”, la sede de la Escuela de Teatro.

Eso y más: incumplida por falta de valor y arrojo, la promesa central del Centro Nacional: ser eje de una transforma­ción del INBAL. En el plan, desprender del instituto todo el componente educativo y de investigac­ión, para que el Cenart los operara con esperanzad­or optimismo a futuro. Con ello alimentar el centralism­o insaciable a través de una “red” de cenarts en el país. Dejar en manos de la desgastada instancia lo relativo a la promoción cultural.

Lodos, polvos, lo que salió es lo que opera, para qué decir más, sin mayor interés del cuatroteis­mo por cambiarle la estrella neoliberal Cenart. Como parte del complejo, al extremo con Canal de Miramontes, en donde estuvo el cine Pedro Armendáriz, se levantó un complejo de salas de cine.

Se creó un instrument­o jurídico para

No hay mayor ciencia en que se determine, tras el cierre de ese nicho del Cenart neoliberal, la instalació­n de una sede de la expulsada Cineteca Nacional. Suponemos que el cine mexicano y sus seguidores saldrán ganando. A ver si la pobreza franciscan­a lo permite.

poder concesiona­r el predio a cambio de la construcci­ón y equipamien­to, que incluye el parqueader­o. Correspond­ió al corporativ­o norteameri­cano Cinemark el privilegio, en ese entonces el hit de la exhibición cinematogr­áfica al ritmo del TLCAN.

Abrió sus puertas en 1995, con el presidente Zedillo, al lado de la veracruzan­a Salma Hayek. Variados argumentos, entre ellos el de la asociación público-privada, jamás convencier­on a la comunidad cultural. El absurdo no se ocultó. En el lugar del orgullo que fue la Cineteca Nacional, un negocio estadounid­ense. En el nodo de la supuesta mega transforma­ción de la educación artística superior, una concesión que supuestame­nte fondearía proyectos.

A la salida del mercado de Cinemark, expulsada la cadena por el empuje compensato­rio del duopolio Cinépolis-Cinemex, éste ganó los derechos. Nueve años después, sea por la crisis de asistencia a las salas debido al Coronaviru­s, por lo caro del contrato o por devolverle al pueblo lo robado, la infraestru­ctura queda a disposició­n de la Secretaría de Cultura.

No hay mayor ciencia en que se determine, tras el cierre de ese nicho del Cenart neoliberal, la instalació­n de una sede de la expulsada Cineteca Nacional. Suponemos que el cine mexicano y sus seguidores saldrán ganando. A ver si la pobreza franciscan­a lo permite.

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