Entrañables ceremonias del Grito de Independencia
“Lealtad es cosa que dirige a los hombres En todos sus hechos,para que hagan siempre lo mejor”. de que los esbirros al servicio del golpista Francisco Franco se encontraban en las inmediaciones con el fin de acabar con la vida del Presidente; ante tal situación, el propio embajador empuñó el arma (que siempre cargaba) y junto con otros mexicanos hicieron frente a los agresores logrando frustrar su atentado.
La noticia corrió entre los miles de refugiados españoles que se encontraban en dicha población, los que poco a poco se fueron congregando en torno al edifico del Hotel, ante lo cual el Embajador decidió emitir el Grito desde uno de los ventanales del inmueble, y los vivas a México coreados desde el fondo del corazón por los republicanos provocaron un espontáneo agradecimiento a nuestro país por haber salvado a Don Manuel Azaña de una ignominiosa muerte a manos de sus enemigos.
Días más tarde, el 4 de noviembre, el Presidente falleció; ante los titubeos de las autoridades francesas para permitir un acto de inhumación digno de su investidura, ante las negativas del Prefecto de la ciudad para que el féretro fuera cubierto por la bandera republicana y bajo la amenaza de disolver el cortejo en caso de transformarse en una manifestación política, el Embajador Rodríguez informó a la autoridad que el féretro sería cubierto con la bandera de México, pues “para nosotros será un privilegio; para los republicanos, una esperanza; y para ustedes, una dolorosa lección”.
Esa es, hasta nuestros días, una hermosa lección de lealtad tal y como en el medioevo la definió Alfonso X, pues la decisión tomada por los Embajadores Luis I. Rodríguez y Gilberto Bosques probó con sus acciones que su lealtad a México les permitió hacer, con orgullo, lo mejor en los delicados asuntos que les tocó afrontar.
Esa es una hermosa lección de lealtad tal y como en el medioevo la definió Alfonso X