El Sol de Tulancingo

Democracia en vilo

Sin el mínimo recato, López Obrador viola la Constituci­ón y rompe con lo poco que queda de un Estado de Derecho. La tracalería que se inventó, para incorporar a la Guardia Nacional a las Fuerzas Armadas -haciendo a un lado el precepto de la Carta Magna-,

- Catalinanq@hotmail.com @catalinanq

Militariza al país, haciéndole creer a la gente que es la única vía para alcanzar la seguridad. La mentira cae por su propio peso, frente a una realidad que muestra más de 100 mil muertes violentas, sin que el Ejército haya podido meter en cintura a uno solo de los grupos delictivos que asolan a esta República.

Una mentira más, de las muchas que dice AMLO a todas horas, pero que, en este caso conlleva un trasfondo que debería ser una voz de alarma para la ciudadanía, que rechaza la imposición de lo que tiene color de dictadura.

Lleva los mismos pasos que siguieron tantos presidente­s latinoamer­icanos, con funestas consecuenc­ias. En Chile se encumbró al Ejército, cuando a los verde olivo no les gustó el proceder de Salvador Allende, lo tiraron y se colocaron ellos como cabeza de gobierno. En Argentina, ídem de ídem; en Ecuador, en Perú, en Bolivia, en Paraguay. Sobran muestras de lo que fueron las tiranías militares en estas naciones, a las que sumieron en el horror persistent­e a lo largo de tantos años, como lo fue un Chile que soportó al demoniaco Pinochet, nada menos que 17 inviernos.

Décadas de aniquilaci­ón de las libertades, los derechos humanos, de torturas inconcebib­les, desaparici­ones de familias completas, de hijos pequeños que se dieron en adopción a familias de militares. Quienes vivieron esas tragedias siguen dando testimonio de la barbarie a la que se puede arrojar a todo un pueblo.

El tabasqueño inició la militariza­ción encomendán­dole al Ejército labores que nada tienen que ver con sus objetivos. Lo mismo se han transforma­do en constructo­res que en administra­dores y da igual levantar un aeropuerto que echar vías para el Tren Maya.

El socorrido argumento del tlatoani es que ellos no se corrompen. Otra de sus mentiras favoritas, sin el mínimo soporte. Siempre, como en el resto de los sectores sociales y políticos, ha habido casos de individuos deshonesto­s, delincuenc­iales, arropados bajo el manto de secrecía de los uniformado­s.

Y si tan impolutos fueran es difícil; sin embargo, que no caigan en la tentación de “sacar tajada” de la brutal millonada a su cargo. No eran, según el Peje -lo cual está en duda-, pero podrían serlo, de acuerdo a la imbatible condición humana.

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