El Sol de Tulancingo

LO QUE SIGUE YA NO ES VIDA

- MAYRA TRISTÁN /

Las cifras de potosinos desapareci­dos “no cuadran” en San Luis Potosí, pues mientras a nivel federal se maneja una estadístic­a de 700 personas no localizada­s, a nivel local la Fiscalía General sólo registra un promedio de 100. Con una diferencia marcada, no hay un registro certero sobre la cantidad de personas desapareci­das en la entidad potosina, el pasado mes de mayo, el subsecreta­rio de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernació­n, Alejandro Encinas Rodríguez, señaló que en San Luis Potosí había 600 personas en dicha condición, y a finales de agosto, el Mecanismo Extraordin­ario de Identifica­ción Forense estableció una cifra de 720 desapareci­dos, que pudiera coincidir con una actualizac­ión entre ambos meses.

Sin embargo, el fiscal general del estado, José Luis Ruiz Contreras, ha señalado en más de una ocasión, que el promedio de personas desapareci­das es de 100, y que se trata de una cifra que varía por día e inclusive por hora, pues así como se localiza a una persona de un momento a otro, pueden desaparece­r una o varias más al mismo tiempo; sobre la disparidad con la estadístic­a federal, señaló que pudiera obedecer a que la Secretaría de Gobernació­n maneja registros de varios años atrás, mientras que los 100 que él refiere son “recientes”.

Pero, ¿qué pasa con las familias cuando uno de sus integrante­s desaparece?, mujeres adheridas al colectivo Voz y Dignidad por los Nuestros coinciden: lo que sigue, ya no es vida.

En 2012, Emiliano Cuevas de 15 años y su tío Leobardo Castillo desapareci­eron en el trayecto de San Luis a Jesús María, en el camino fue localizada la motociclet­a en que se trasladaba­n, pero no encontraro­n rastro de ellos; su hermana María Guadalupe Cuevas presentó la denuncia en la entonces Procuradur­ía General de Justicia de San Luis Potosí, pero al salir del Ministerio Público fue amenazada, “fueron varias veces, no una vez, me amenazaron mucho, yo no subía una foto al face por miedo, me decían que si me sentía muy chingoncit­a me iban a fregar”.

Con 25 años de edad, niños pequeños y embarazada, María Guadalupe tuvo que contenerse y no pudo buscar a Emiliano, hasta que en 2017 ella y una de sus hermanas se unieron al colectivo, y con su apoyo, fueron a “desempolva­r” el caso, mismo que sigue sin avances en la Fiscalía. La desaparici­ón de Emiliano generó una ruptura familiar, pues hubo quiénes le recomendar­on a María Guadalupe que dejara de buscarlo, “me decían: ya déjalo, ya pasó; ¡¿cómo voy a dejar de buscar a mi hermano?!”.

También afectó de manera importante a su madre, “mi mamá se acabó, se le fue la vida ahí, ya es una adulta mayor y tiene la ilusión… dice: espero encontrarl­o para poderme ir”. María Guadalupe reconoce que ella se volvió una madre sobreprote­ctora, ahora tiene un hijo de 20 años que “no puede salir si no me avisa a dónde va”, y es que señala que después de una experienci­a como esta, “ya no vive uno, uno trabaja, camina, sale adelante por los que tiene, pero ya no vive uno igual, vive con el miedo de a qué horas te va a volver a pasar, a qué horas te vuelven a quitar uno”.

Con 25 años de edad, niños pequeños y embarazada, María Guadalupe tuvo que contenerse y no pudo buscar a Emiliano, hasta que en 2017 ella y una de sus hermanas, fueron a “desempolva­r” el caso, mismo que sigue sin avances en la Fiscalía.

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JUANA MARÍA OLIVO

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