Mi pasión por la comunicación (II)
1950. Estaba yo en sexto de primaria, cuando mi hermano Ramón me dijo que su compañero de salón, Manuel Rivero, tenía en su casa un aparato nuevo llamado televisión. Nuestro amigo era hijo de un muy prestigiado cardiólogo de mediados del siglo 20, el doctor José Manuel Rivero Carballo.
La casa en cuestión estaba en la calle de San Luis Potosí, a medio camino entre la escuela y nuestra casa, todo esto en la colonia Roma. Y dijo que fuéramos a verla. Pues fuimos.
Recuerdo que subimos al segundo piso, y allí, en un corredor estaba el maravilloso y nuevo aparato. Era como un gran cristal oscuro, con un marco blanco.
Nuestro amigo apretó un botón, se escuchó un sonido, y se inició el proceso de encendido, que no era instantáneo, sino algo tardado, por aquello de los bulbos de entonces, igual que los aparatos de radio. Años después supe que los bulbos fueron sustituidos por los transistores que hicieron posible el encendido instantáneo.
Por fin se vio una figura del ratón Miguelito muy borrosa y cruzada por muchas líneas horizontales. Por primera vez en mi vida veía un televisor. No sabía lo que era. Tampoco sabía si debía mirarlo de cerca o alejarme. Miguelito se movía lentamente y bailaba al ritmo de una canción. Nada más. Ni idea tenía yo de la importancia de ese aparato y de lo útil, y a la vez pernicioso que sería para la humanidad muchas décadas después.
Muchos años después, un joven ingeniero técnico llamado Mario Aguilar me enseñó que esas líneas horizontales correspondían a las líneas de barrido y que eran las emisiones de un aparato llamado cinescopio que enviaba unos rayos llamados “catódicos” a la pantalla para formar una imagen; me contó que la televisión se inició allá en la década de los 20 y tenía 30 líneas de barrido; el Mickey Mouse que yo ví tendría posiblemente 80 líneas. Pocos años después las líneas aumentaros a 625, y hoy pasan de un mil 200, lo que hace que las imágenes sean nítidas y clarísimas. Es un tema netamente técnico. También supe de los sistemas NTSC y PAL, pero será tema de otra entrega.
Recuerdo que en 1947 inició sus actividades mercantiles una gran tienda establecida en la esquina de Avenida Insurgentes y la calle de San Luis Potosí: Sears Roebuck. Aún está allí. Mi mamá ya era cuentahabiente de Sears, casi desde su inauguración. De las primeras. Ya tenía crédito, lo cual significaba que era una excelente cliente. Allí había comprado el refrigerador y una licuadora.