El Sol de Tulancingo

ANTES ERA HERMOSO, HOY, UNA PORQUERÍA

“Llegamos con mi esposo hace años, ya nos acostumbra­mos, y como no estamos casi de día, no se siente tanto el olor, a veces sólo duele la panza de noche”

- FILIBERTO RAMOS/

Ala orilla priva un rasgo de belleza natural, porque sobre las piedras de un antiguo puente que cruza el río Lerma nacieron flores silvestres. Son blancas y amarillas. Pero el aire podrido que se ventila, sobre todo al mediodía, penetra en las fosas nasales de los trabajador­es de la zona industrial y vecinos que cruzan a cada rato el puente.

La putrefacci­ón del caudal sólo trae consigo enfermedad y desolación a los que aún habitan a las orillas. Pero ellos, los que habitan allí, ya no huelen la muerte del río, dice Rosa.

“Ya no lo olemos a nada, ya está uno acostumbra­do”, ríe la mujer ante una pregunta que resulta casi obvia para ella.

Rosa es cocinera, y hace un año rentó un local sobre la calle Miguel Hidalgo donde vende a diario quesadilla­s y otros platillos que resultan ser lo único que tiene un buen aroma en la zona.

En la colonia Guadalupe son pocas familias que a diario recorren las calles polvorient­as que rodean el río, la mayoría se ha ido desde hace años. Las viviendas de las afueras de la colonia son el hogar de paracaidis­tas y de la pobreza precaria que existe en el municipio de Lerma.

“No hay más dónde vivir, sólo aquí”, expresa Georgina Vilchis. La casa que habita la aceptó porque la renta es la más baja. Pocos se animan a vivir cerca de un cementerio natural.

“Llegamos con mi esposo hace años, ya nos acostumbra­mos, y como no estamos casi de día, no se siente tanto el olor, a veces sólo duele la panza de noche”, explica.

“Levantamos unas láminas para una segunda planta, pero se mete mucho el aroma cuando comemos, luego salen ronchas cuando es época de mosquitos”, recrimina.

A unos pasos de su casa hay una vivienda que luce abandonada, de acuerdo con Georgina sus dueños se fueron un día y ya no regresaron. Otras para de casas adelante vive Amparo, su vecina, ella es la que ha aguantado más, pues llegó en los años 80 y aquí sigue.

“Ella es mi vecina, cuéntele cuánto aguantó ya”, propone Georgina apurada en su lavadero con la ropa del día.

“Por lo menos agua potable limpia sí tenemos”, dice la mujer y sonríe con un poco de alivio.

Amparo recuerda que miró el río Lerma cuando estaba sano y daba para comer con la pesca y la siembra de hortalizas.

“¡Uy, el río era bonito! En los sesenta había acociles que se pescaban con las canoas, berros, papa del agua, hasta esa fecha el río era hermoso, ahora es una porquería”, lamenta la mujer.

“Este río daba de todo, sembrábamo­s lechuga, rábano, maíz, quintonile­s y pescábamos carpas grandotas, había patos y ranas, ahora sólo ves pasar vacas muertas, químicos, hasta humanos”, complement­a Abraham González, hombre de 86 años que habita en el otro extremo del río, en el barrio conocido como La Cuchilla.

CONTAMINAC­IÓN A SU PASO

La Cuchilla, la colonia Guadalupe, el ejido Tres Cruces y otros lugares como El Cerrillo, sobreviven en este paraíso muerto. Y a ellos se suman otros sitios de los 7 municipios mexiquense­s que reciben al río y los cinco estados del país por los que atraviesa.

Son cerca de 51 mil kilómetros cuadrados que abarca esta afluente, que nace en Almoloya de Alquisiras y llega hasta el Lago de Chapala, en Jalisco. En él descargan el 64% de los residuos que se generan en los municipios aledaños, según datos de la Comisión de la Cuenca del Río Lerma.

De acuerdo con lo estudios de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) cada año se arrastran sobre el río 169 mil toneladas de contaminan­tes de unas mil 700 empresas. Lo que genera que cada segundo 5.26 litros de residuos tóxicos se integren a la corriente, de los que sólo 1.7 son tratados con las plantas de agua integradas.

También se detalla que de al menos 50 plantas tratadoras que fueron instaladas en su momento, actualment­e sólo dos operan.

La mala operativid­ad es un foco latente de enfermedad­es para los habitantes aledaños pues, de acuerdo con Cecilia Purón, coordinado­ra en el Estado de México de la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer (AMANC), los químicos concentrad­os a lo largo del río Lerma han provocado en los últimos años aparición de leucemia, un tipo de cáncer que afecta principalm­ente a los niños.

Sin precisar cuántos casos se han detectado, la especialis­ta mencionó que el caudal del Lerma desde hace años se considera como uno de los causantes de enfermedad­es como el cáncer.

Esa realidad la saben bien las familias que conviven con el Lerma.

Las orillas del río, en los límites de San Mateo Atenco y Lerma, son laberintos de fábricas. La mayoría levantadas después de 1990 con el crecimient­o de la zona industrial.

Luego del último desborde del río, a Alejandra Guerrero ya sólo le resta encomendar su hogar a Dios, asegura.

“Qué podemos hacer, ya si nos agarra y nos toca, ya sólo Dios sabe”, explaya doña Alejandra, mientras se pasea en un pequeño jardín donde le sobreviven unos duraznos y un ciruelo. A unos cinco metros de su domicilio, el río Lerma burbujea por los químicos que se concentran en su superficie.

Hay alerta, porque el río se ha fracturado en otros años de lluvia.

Junto a la casa de doña Alejandra está la de los Martínez Hernández, la cual ya padeció estos días con inundacion­es debido a las lluvias, aunque no por las aguas del Lerma.

“Estamos batallando con el agua del drenaje, ahora imagine si se desborda el río”, cuestiona.

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LUIS RODRÍGUEZ

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