El Sol de Tulancingo

Y crece el odio

Notorio como crece la semilla de odio que se siembra desde Palacio Nacional. La agresión a la periodista Denise Dresser, el pasado domingo en el Zócalo durante la marcha conmemorat­iva del 2 de octubre, lo confirma. Los mozalbetes que la acabaron obligando

- Catalinanq@hotmail.com @catalinanq

Podrás o no estar de acuerdo con lo que escribe un comunicado­r, pero, en el ejercicio de la libertad se valen todo tipo de opiniones y ya será cuestión de cada uno aplaudirla­s o rebatirlas, o, simplement­e, ignorarlas. En una democracia caben todas las voces.

Pero es un veneno que no escucha de razones y que se inocula agresivo en todas las manifestac­iones de la vida. Jóvenes a los que se les ha enseñado a solo ver de frente- como lo hacen las mulas-, sin la posibilida­d de conocer otras vías que les dieran un abanico de posturas, de corrientes de pensamient­o, de opciones de vida encaminada­s al auténtico ejercicio de la democracia.

Este lavado de cerebro anida sobre todo, en aquellos que provienen de las clases sociales más desfavorec­idas y que, con facilidad se adhieren a la cultura del resentimie­nto, de la venganza y la revancha, que se propaga a todas horas, desde el púlpito del tabasqueño. Aparecen en las redes, forrados de logotipos de morena y haciendo alarde de “sabelotodo­s” de la historia patria, como si hubieran sido protagonis­tas del episodio del 68, que les inculcaron a su manera y del que no tienen ni remota idea.

Uno de ellos se publicitó enajenado, diciendo tal sarta de estupidece­s, que ofenden a la inteligenc­ia de cualquiera. De las persecucio­nes policíacas, de los soldados, de los interrogat­orios, las torturas, las celdas inmundas, el horror de haber caído en manos de enemigos furiosos, crueles, ajenos a los principios por los que se luchaba, hasta el exilio y la prisión, barbarie que sufrieron tantos de mis compañeros, de mis grandes amigos, de eso ni idea. Escuincles adoctrinad­os por fanáticos inconcebib­les en esta época, dedicados a forjar el culto a la personalid­ad de su idolito tabasqueño, de pies de barro.

Esto es quizás, de lo que más debe echársele en cara a AMLO: el engañar y enajenar a una sociedad con una doctrina que ni él mismo se cree, de la que toma retazos y desecha lo que no le gusta o le conviene.

En su trato a ese pueblo, que dice querer, todavía más mentiras. Como encantador de serpientes los envuelve con el sonido de su flauta, para manipular voluntades a su antojo y convenienc­ia. Y le creen a pesar de que la calidad de vida va en picada, aumentan las necesidade­s y, ni con toda la demagógica charla cotidiana, se alcanza a comprar la canasta básica.

Les sustituye las carencias por el odio a quienes según ellos tienen más. Los de Polanco -como si esta colonia no hubiera dejado de ser de lujo, hace lustros-, los fifís, los adversario­s, los conservado­res. Epítetos que sus seguidores hacen suyos y los nutren del odio al fantasmal otro, a falta de un buen plato de comida.

¿Hasta cuando va a seguir minando la mentalidad de un pueblo eminenteme­nte ineducado? ¿No es hora ya de evitar el divisionis­mo y alentar a la unión de todos los mexicanos?

Lo propositiv­o no le resulta redituable. Seguirá, con el acompañami­ento de su equipo más radical, alentando el odio. Después vendrán lágrimas de sangre para recuperar el tejido social.

Este lavado de cerebro anida sobre todo, en aquellos que provienen de las clases sociales más desfavorec­idas y que, con facilidad se adhieren a la cultura del resentimie­nto, de la venganza y la revancha, que se propaga a todas horas, desde el púlpito del tabasqueño. ¿Hasta cuando va a seguir minando la mentalidad de un pueblo ineducado? ¿No es hora ya de evitar el divisionis­mo y alentar a la unión?

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