¿Padece usted del sesgo de confirmación?
No se espante. No se trata de ninguna nueva enfermedad, aunque su padecimiento puede llegar a generar efectos negativos tanto en su entorno personal, como en la sociedad. El sesgo de confirmación es el nombre que se le da a la tendencia que tenemos de buscar, interpretar y recordar ciertos datos, información o eventos de un modo favorable a las ideas y creencias que ya tenemos. Y al mismo tiempo, descarta sin mucha reflexión todo aquello que nos contradiga. Se trata de una manera en la que nuestro cerebro simplifica y responde ante la información y el entorno.
Cuando nos formamos una idea sobre cualquier cosa, de alguna manera nos gusta creer que lo hacemos con base en cierta razón, objetividad y lógica sencillamente porque también nos gusta creer que lo que pensamos es cierto. Y muchas veces así puede ser.
Sin embargo, una vez que tenemos una opinión formada, el sesgo de confirmación puede hacer que, a partir de ahí, solo pongamos atención a aquella nueva información que refrende nuestra opinión y no nos fijemos en aquella evidencia que la cuestione.
Y aquí, el problema puede ser doble pues, además de evadir cualquier dato que ponga en entredicho nuestras opiniones, puede reforzarnos ideas falsas. Por ejemplo, si creo que cenar sandía causa indigestión y me entero de que mi sobrino, quien entre otras muchas cosas cenó esa fruta, despertó con este malestar, seguramente se lo voy a atribuir a la sandía antes que a la torta doble de milanesa que también se comió.
Pero no toda consecuencia es tan inocente como ésta. Por ejemplo, en sus formas más negativas, el sesgo de confirmación contribuye a preservar prejuicios contra determinados grupos y sectores de la población, perpetuando patrones de discriminación y descartando formas de pensar distintas cuando contravienen las nuestras. En ocasiones, estos sesgos de confirmación se construyen y mantienen de forma colectiva a partir de las familias, grupos y comunidades a las que pertenecemos y con quienes compartimos formas específicas de entender cierto tipo de temas.
Sabemos que estos sesgos de confirmación son más fuertes cuando involucran nuestras emociones. Así, además de llegar a aferrarnos a nuestras opiniones en asuntos cotidianos, también podemos llegar a hacerlo en temas de interés más amplio, como aquellos que tienen que ver con la religión, la política o las discusiones sobre los derechos y las preferencias de las personas. Aquí nuestras ideas pueden estar ancladas en emociones profundas que dificultan modificarlas incluso frente a la evidencia más contundente en contra.
Como podemos apreciar, el sesgo de confirmación puede convertirse en un obstáculo para dialogar y entendernos tanto entre las personas y las familias, como entre las comunidades y los grupos sociales.
Pero, ¿qué hacer al respecto? Evidentemente modificar nuestras ideas y creencias (o prejuicios enraizados) no es cosa fácil —sobre todo porque no solo nos gusta tener la razón, sino que nos hace sentir bien creer que la tenemos—. Lo que sí podemos hacer es observarnos en aquellos aspectos en los que nuestras opiniones y creencias puedan resultar polémicas, controversiales o potencialmente ofensivas para algunas personas o grupos —lo que no significa que necesariamente nuestra posición sea falsa—. De ahí la importancia de observarnos.
En estos casos, podríamos preguntarnos si: 1) ¿la evidencia que busco siempre termina por reforzar mis ideas? 2) ¿por lo general pongo poca atención o rechazo las opiniones e ideas contrarias a las mías sin sopesar su evidencia? 3) Cuando la evidencia en contra parece ser contundente, ¿opto por desacreditar a la fuente? (el clásico: “ah, pero si lo dijo fulano no le creas, es un tonto”) 4) ¿a los que opinan distinto los descarto por lo que son y no por sus argumentos? 5) ¿las personas de mis círculos y de mis redes sociales comparten las mismas opiniones que yo? 6) ¿acomodo la información que leo, veo o escucho para que empate con mis opiniones?
Si usted, lectora, lector, respondió a más de dos preguntas en sentido afirmativo, deténgase a reflexionar. Podría estar padeciendo un sesgo de confirmación y privándose de entender cierta parte de la realidad en sus formas más complejas, pero también más enriquecedoras.
Cuando nos formamos una idea sobre cualquier cosa, de alguna manera nos gusta creer que lo hacemos con base en cierta razón, objetividad y lógica sencillamente porque también nos gusta creer que lo que pensamos es cierto. Sin embargo, una vez que tenemos una opinión formada, el sesgo de confirmación puede hacer que, a partir de ahí, solo pongamos atención a aquello que refrende nuestra opinión.