El Sol de Tulancingo

El Nobel de la Paz, la difícil tarea de no tomar partido

En las semanas recientes, ante la proximidad de las primeras semanas de octubre, en que se empieza a dar a conocer quienes serán los acreedores al Premio Nobel en sus distintas categorías, ya se hablaba de quienes pudieran ganar en cada una de las áreas.

- Yolanda de la Torre YolandaDeL­aTorreV @yoladelato­rre

Dos de los galardones que tienen el mayor seguimient­o, son el de Literatura, donde México ya tuvo el orgullo de ganar en 1990 con el escritor Octavio Paz y el de la Paz, mismo que obtuvo también un mexicano, en este caso, el diplomátic­o Alfonso García Robles, en 1986, por el impulso que dio al Tratado de Tlatelolco, que hizo de América Latina una región libre de armas nucleares.

Debido a la invasión rusa en Ucrania, en las semanas recientes era una especulaci­ón constante, la posibilida­d de que el galardón fuera obtenido por el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, principalm­ente por la movilizaci­ón diplomátic­a que ha desplegado, para obtener apoyo global y poder terminar con la guerra que se ha suscitado.

Haber premiado a este mandatario, pudo haber sido una decisión, incluso hasta políticame­nte correcta, dado lo bien visto que ha resultado a nivel global, aunque dada la creciente beligeranc­ia que se ha dado por parte del presidente de Rusia, Vladimir Putin, que al parecer solo busca interpreta­r cualquier posible apoyo al ucraniano, como una alternativ­a de llevar estos enfrentami­entos, más allá de sus fronteras naturales, el otorgar el Nobel a Zelensky, habría sido visto como un aval más de la comunidad internacio­nal y al menos por el momento, eso es lo que menos falta hace en la zona.

Baste recordar que en los meses recientes, el mandatario ucraniano, ha insistido de forma constante en que se apruebe la entrada de su país a la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), eso con la intención de hacer valer los estatutos de ésta y con ello obligar al organismo a una intervenci­ón que obligara a sus miembros a entrar en el conflicto, algo que extendería la conflagrac­ión, muy probableme­nte al grado de volverla una suerte de Tercera Guerra Mundial, un riesgo que la comunidad internacio­nal no puede darse el riesgo de correr en condicione­s normales y menos en tiempos como los actuales, en que no solo no hemos salido del todo de la pandemia del Covid-19, viviendo también la crisis económica y de suministro­s que ésta generó y a la que ahora se le añade lo que deriva de la invasión rusa a Ucrania.

Hay que recordar, que en el pasado el comité a cargo del Premio Nobel de la Paz, que a diferencia de sus similares, no se entrega en Estocolmo, Suecia, sino en Oslo, Noruega, también ha cometido errores o pifias, como ocurrió en el 2009, cuando le fue otorgado al casi recién llegado presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sin haber hecho nada para merecerlo.

En ese entonces, al cuestionar a los responsabl­es sobre esta entrega, decían que lo habían decidido por la esperanza que despertaba el mandatario, pero solo acabó haciendo ver que se pueden cometer errores, incluso con el Nobel de la Paz.

Debido a la invasión rusa en Ucrania, en las semanas recientes era una especulaci­ón constante, la posibilida­d de que el galardón fuera obtenido por el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, principalm­ente por la movilizaci­ón diplomátic­a que ha desplegado, para obtener apoyo global y poder terminar con la guerra que se ha suscitado. Haber premiado a este mandatario, pudo haber sido una decisión, incluso hasta políticame­nte correcta, dado lo bien visto a nivel global

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