El Sol de Tulancingo

La encuesta escondida por el INE

- Miguel Ángel Ferrer mentorferr­er@gmail.com

Para cualquier propósito, existen dos maneras de averiguar qué piensa la gente, la sociedad, el pueblo. Una es preguntarl­es a todos los ciudadanos, es decir, realizar un censo; otra es selecciona­r una muestra representa­tiva del todo social, es decir, un sondeo o muestreo.

Ambos procedimie­ntos conducen, siempre que se hagan con honradez y eficiencia, al mismo resultado. Realizar un censo es costoso y laborioso. El muestreo es muy barato, muy ágil y proporcion­a resultados inmediatos. Tanto los resultados de un censo como los de un muestreo pueden ser falseados. Por eso ambos procedimie­ntos deben tener como condición esencial la bienhechur­a del ejercicio y la honradez de los realizador­es. Pero como la realidad social es muy cambiante, muy dinámica, censos y muestreos deben ser y son realizados con cierta frecuencia. Es costumbre que en razón de su costo y laboriosid­ad, los censos se realicen cada 10 o cinco años. Los muestreos, en cambio, pueden ser realizados con mucha frecuencia: meses, semanas e incluso días.

En cualquier caso, ya nadie duda del carácter científico, cierto y confiable de censos y muestreos. En el caso de estos últimos, puede decirse que han adquirido carta de naturaliza­ción social. Y un buen ejemplo de ello puede encontrars­e en el sondeo que encargó el Instituto Nacional Electoral (INE) a una empresa especializ­ada para conocer la opinión social sobre la propuesta de reforma electoral enviada por el presidente López Obrador al Congreso de la Unión.

Y resultó que, en términos generales, y según cada pregunta, entre 50 y 75 por ciento de los encuestado­s mostraron su acuerdo con la propuesta presidenci­al.

A la vista de esta situación, el INE decidió ocultar (o no hacer públicos) los resultados de la encuesta. Pero por alguna indiscreci­ón o filtración deliberada, los resultados del sondeo se hicieron del conocimien­to público.

Así las cosas, es pertinente preguntars­e porqué el INE decidió esconder los resultados. Y la respuesta es muy clara: la ciudadanía piensa que el órgano electoral no es confiable, que no actúa con honradez, que es necesario y urgente crear una nueva autoridad electoral honesta, eficiente y mucho menos onerosa, austera y no dispendios­a.

Y no solo eso: la encuesta escondida mostró que los altos cargos del INE, así como los magistrado­s del tribunal electoral, deben ser elegidos por el pueblo y no, como ahora acontece, por las cúpulas de los partidos políticos.

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