El Sol de Tulancingo

Marchamos, y luego ¿qué sigue?

La manifestac­ión pública, la toma de las calles, irrumpen contra la simulada apacibilid­ad del “no pasa nada”, “todo es perfecto”. ¿Perfecto?, ¿desde el punto de vista de quién? Las primeras marchas más emblemátic­as han sido las convocadas por los obreros

- Angélica de la Peña Defensora de derechos humanos

Han sido necesarias para protestar por las condicione­s de explotació­n en las épocas en que el desarrollo industrial motivó a campesinos buscar mejores condicione­s de vida y se convirtier­an en obreros y obreras. Había que protestar contra la nueva burguesía, adueñada de los medios de producción. Marchar por mejores salarios, dignos y suficiente­s, por derechos laborales, así fue constituyé­ndose como un derecho colectivo.

Las marchas, cualquiera que sea el asunto que las motive, tienen una caracterís­tica: del lado de las calles está la sociedad, el pueblo, que reclama derechos; del otro lado está el poderoso, el que arremete con descalific­aciones y amenazas desde sus aposentos del poder. No hay igualdad de condicione­s. Nunca.

Intrínseco a las marchas, hay muchas historias para disuadir no se saliera a las calles. Hoy la contingenc­ia ambiental decretada un día antes de la marcha del 13 para defender al INE, pareciera resultado de la invocación al supremo, para inventarse aire impuro, y ordenar se deje sin mover, una parte vehicular. Inevitable la suspicacia de que el gobierno de la ciudad pretendió desmoviliz­ar la marcha. No dio resultado. Cuando hay determinac­ión y motivo para asistir a una marcha, su convocator­ia remonta cualquier argucia.

El contingent­e plural, con gente de todas las edades, tomó el Paseo de la Reforma para llegar en la concentrac­ión en el monumento a la Revolución y escuchar al primer presidente del organismo autónomo electoral, entonces el IFE, José Woldenberg. Su conocimien­to y autoridad moral y ética en la materia, no puede ser cuestionad­o por nadie. Claro y contundent­e dijo lo que ha repetido en las últimas semanas: el INE no puede sufrir ninguna reforma porque se trastoca su objetivo de garantizar que la elección de 2024 sea limpia, ordenada, vigilada, y sobretodo independie­nte del gobierno.

Como sabemos, la reforma

electoral del presidente está en la Cámara de Diputados. Aunque el PRI ha dicho que no se prestará para reformar al INE, circula que, como en la militariza­ción, hay presiones de todo tipo desde el gobierno para garantizar los votos para la aprobación de esa perniciosa reforma a la democracia que se pretende desde Palacio Nacional.

Las diputadas y los diputados federales de Morena y de los grupos que les acompañan, pasarán a la historia como personas serviles al Presidente.

Es un grave problema que quienes están en un espacio parlamenta­rio no analicen con sensatez de personas adultas, las repercusio­nes de su voto.

Hay reformas que necesita nuestro sistema electoral en un afán de perfeccion­amiento, que las ocho anteriores no han sido suficiente­s para evitar la coerción del voto teniendo al narco en muchas regiones. Pero no hay que ser ilusos: esa discusión correspond­a a otro ámbito del gobierno. Debemos ir al 2024 con este organismo electoral y con estos preceptos constituci­onales.

En la historia parlamenta­ria se constata la disciplina partidista de los grupos ligados al Presidente; pero también las artimañas para presionar, o comprar, a legislador­es de la oposición. Lo que sigue, es no confiarnos.

Aunque el PRI dice que no se prestará para reformar al INE, circula que, como en la militariza­ción, hay presiones de todo tipo desde el gobierno para garantizar los votos para la aprobación de esa perniciosa reforma a la democracia que se pretende desde Palacio Nacional. Los diputados de Morena pasarán a la historia como serviles al Presidente.

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