El Sol de Tulancingo

Airbnb-CdMx-Unesco ¿diamantes o pedrería?

- Eduardo Cruz Vázquez Analista de temas culturales

Todos los santos con sus milagros están en la llamada cultura digital. Como lo fueron en su momento los santísimos fuego, rueda, máquina de vapor o la imprenta. La fiebre por encontrar en los negocios basados en las tecnología­s oportunida­des de empleo así como jauja recaudator­ia, suele verse como la mina de diamantes en la película de Tarzán.

Una cosa es mi modesta y hasta ahora fracasada empresa cultural El engrane (si alguna alma caritativa se anima a verla en Facebook, gracias) y otra un emporio como Airbnb. Por ello el Gobierno de la Ciudad de México y la Unesco son felices en su alianza a favor de una “capital del turismo creativo”. Conmigo, para qué.

Veamos la serie según sus protagonis­tas. La Unesco, el pilar de la equidad en el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura no tiene problema en ir de la mano con el gigante gorrón de las rentas placentera­mente temporales. Tras el alud de críticas a la confratern­idad pública-privada (APP plus), el organismo internacio­nal matiza. Sí pero no. Una vez más el síndrome de la Chimoltruf­ia.

Pero tal arreglo es lo de menos. Lo que importa es la habilidad fiscal tanto del gobierno federal como del encabezado por la corcholata Sheinbaum a efecto de hacer del cónclave una vía para más frutos impositivo­s (lástima que la Unesco no pueda pagar más tributos). Este es uno de los diamantes o del puñado de pedrería: a más Airbnb más gasto-ingreso susceptibl­e de fiscalizar­se.

Bien, no es por ahí el juego de los protagonis­tas. El gobierno citadino reviste de una narrativa floridamen­te digital la supuesta sagacidad del convenio. Favorecer la “Capital del turismo creativo”, atraer a “nómadas digitales”, a “trabajador­es remotos”, “ir más allá de los corredores turísticos tradiciona­les”, “tomarse el 5 por ciento del mercado norteameri­cano en este segmento” con la deliciosa suma estimada, categórica­mente, en 3 mil 720 millones de dólares.

Dicen que, copadas las colonias fifís de la Roma, la Condesa y Polanco, hay que promover que esos geniales jóvenes desarrolla­dores de actividade­s laborales a distancia se incluyan como vecinos de otras porciones no menos sexis. Nada menos que en las alcaldías de Gustavo A. Madero, Iztacalco, Venustiano Carranza y Xochimilco.

Así pues, quién dijo que la mina de diamantes no es de todas y de todos. Dueños de casas y departamen­tos en esos sacrosanto­s lugares del otrora Distrito Federal, podrán blanquear sus domicilios sobrantes. El negocio no serán ya las rentas afables en el tono de los buenos arrendador­es a cualquier ciudadano que pueda pagar.

La voracidad como la usura desplazará­n a quienes buscan una vivienda. Eso lo advierten otros actores de la serie. Señalan lo que es: pedrería. Se trata de un fenómeno de “turistific­ación” de la ciudad, de financiaci­ón neoliberal como transnacio­nal que incrementa­rá el desplazami­ento de la gente hacia lugares innombrabl­es. Todo por darle espacio al turismo digital, el diamántoli de Benito, en la serie Don Gato y su pandilla.

Este guionista teme por un desenlace predecible. Sin duda, los perdedores no son los analistas que señalan lo infame del convenio que, por lo demás, es un asunto que ocupa a otros países: el contener el dominio de los negocios digitales norteameri­canos.

Quedan como estaban los invitados sin querer serlo: los necesitado­s de acceso a vivienda digna, ya sea mediante salarios que permitan pagar la renta o bien a través de créditos que no comprometa­n su porvenir. Para eso no está Airbnb. Es chamba de los gobiernos con los insustitui­bles varones inmobiliar­ios y necesarios faraones de la banca.

En el final trepidante la Unesco se zafa ágilmente y el Gobierno de la Ciudad busca, desesperad­amente, brindar alternativ­as a la precarieda­d laboral como oxígeno a sus finanzas. Eso le es lo importa más a tan corto plazo electoral.

Viene entonces el final feliz: Airbnb sale airosa. Amplía su cartera de ofertas, se regodea en lo que bien caiga, queda a todo dar con todos y se erige como baluarte de los “nómadas digitales”, al fin en mayoría parientes suyos de los Estados Unidos.

Será muy bella estampa ver a esos migrantes con su computador­a en una trajinera en Xochimilco o felizmente viandantes por la apacible avenida Lindavista.

Quedan como estaban los invitados sin querer serlo: los necesitado­s de acceso a vivienda digna, ya sea mediante salarios que permitan pagar la renta o bien a través de créditos que no comprometa­n su porvenir. Para eso no está Airbnb. Es chamba de los gobiernos con los insustitui­bles varones inmobiliar­ios y necesarios faraones de la banca. En el final trepidante la Unesco se zafa ágilmente y el Gobierno de la Ciudad busca, desesperad­amente, brindar alternativ­as a la precarieda­d laboral como oxígeno a sus finanzas.

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