La persecución del feminicidio hasta sus últimas consecuencias
Ariadna era esposa de Joaquín y madre de la pequeña Ariadna, de José y de Ramón, todos menores de 12 años. Un compañero de trabajo que la acosaba al grado de exigirle una oportunidad de tener una relación de pareja de forma oculta resintió el rechazo hecho por Ariadna y asumió que tenía el derecho de violentarla día con día en su lugar de trabajo al que no se atrevió a renunciar por la necesidad que tenía de él. A pesar de las quejas de Ariadna con sus superiores nunca hubo consecuencias hasta que un día su compañero de trabajo la siguió a la hora la salida, la violentó sexualmente y la mató. Ese compañero de trabajo huyó y no se ha dado con su paradero sabiendo que escapó en espera de que el atroz feminicidio se olvide e, incluso, pase el tiempo suficiente para que prescriba.
Los asesinatos de las mujeres son eventos que trascienden a muchas esferas de la vida social. Afecta a la pareja, afecta enormemente a los hijos, duele a los padres, indigna a la comunidad y se convierte en una cifra más que abona a estadísticas que cada vez se vuelven más preocupantes en un país que dejó de ser seguro para todas las mujeres que tratan de llevar una vida tranquila y digna.
El problema de los feminicidios, solo en números, arroja una realidad inconcebible. De enero a marzo de este año, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública se registraron 229 feminicidios. Pero la cuenta desde 2015 que tuvo 412 casos ya preocupaba; cinco años después las cifras se duplicaron a 948 y quedaron en 2021 con 977 asesinatos por razones de género.
Desde luego, el problema es más severo que ello, porque detrás hay toda una sociedad, comunidad o familia que sufre la pérdida de una mujer por el simple hecho de serlo. Es una catástrofe social que va mucho más allá de responsabilidades de autoridades, ya que ese tipo de descomposición nos corresponde a todos y todos los integrantes de una sociedad que no podemos permitir ni el mínimo rasgo de violencia. Una de las formas de erradicar e inhibir este delito es a través de las sanciones ejemplares para los perpetradores de tan bajo crimen. La persecución e investigación del feminicidio debe apuntar a la profesionalización del Ministerio Público en la materia y a la integración pulcra de carpetas de investigación y, al mismo tiempo, de una base legal que no permita que estos delitos “desaparezcan” por el simple transcurso del tiempo.
Tristemente, la tasa de feminicidios que llegan a sentencia no es mayor al cinco por ciento, aunado al hecho de que las madres de las mujeres asesinadas pasan años, a veces hasta décadas, para encontrar a sus hijas y, con ello, uno de los elementos más importantes para perseguir el delito en contra de los responsables. Es por ello que apenas ayer presenté una iniciativa para que en el Código Penal Federal se señale que, para el caso del feminicidio, no exista plazo de prescripción, ya que como política criminal y como una forma de combate a la violencia machista que impera en nuestra sociedad, debemos dejar muy claro que seremos implacables en el castigo a esta conducta que lesiona hasta lo más profundo a nuestra sociedad.
El pueblo de México no merece más violencia en contra de las mujeres. Tenemos el derecho de vivir tranquilas y de transitar seguras. Todas y todos debemos impulsar los esfuerzos para el mismo lado en aras de lograr una protección efectiva contra un tipo de violencia que no hemos erradicado en buena proporción.