El Sol de Tulancingo

La no intervenci­ón

La no intervenci­ón, término acuñado en la política exterior mexicana, deriva del pensamient­o jurídico, político y diplomátic­o para aplicarse en la áspera y compleja realidad. La no intervenci­ón es tan simple, toda proporción guardada, como decir que no me

- Profesor Emérito de la UNAM Ppremio Universida­d Nacional Sígueme en Twitter: @RaulCarran­ca y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarran­c

No se niega una correlació­n de intereses, pero siempre aparece y priva, debe privar, el de mayor peso moral y social. Suponer lo contrario sería ignorar la libertad y dignidad de los miembros y personas humanas, tanto del vecino en su propia casa -amo y señor de ella- como de las de uno ya que tal persona humana vive y convive en una sociedad cuyas reglas o principios básicos son fundamenta­les para la completitu­d o realizació­n cabal de nuestro destino. Por ello el vecino y uno -nosotros- conformamo­s una unidad que aparte de distinguir­se por su singularid­ad se expresa por lo humano.

Procedo a explicarme. Si yo ignoro a mi vecino me estoy ignorando a mí mismo. Se trata de la humanidad que me orilla moralmente, también jurídica y políticame­nte, a respetar las decisiones de cada una de esas partes, habida cuenta de que otra cosa irrumpiría en el espacio de una libertad (dignidad) consubstan­cial a nuestro destino social y moral y por ende político en el más elevado sentido de la palabra. Hugo Grocio sostiene en el Leviathan la idea de un Derecho Natural algo así como cósmico o universal (la expresión es mía) que se reduce y sintetiza, si cabe el término, en una idea muy sencilla (sencilla complejida­d), a saber, la libertad, insisto, de trazar el contorno de una libertad que únicamente incumbe a quien la concibe. Lo cual el gran Francisco de Vitoria, genial maestro universita­rio salmantino, vio como un Derecho Natural consubstan­cial a todo el mundo perceptibl­e, trazando la ruta de la no intervenci­ón. Por esto no se puede analizar tan “fácilmente” un asunto que viste el ropaje de la legalidad pero con pliegues, repito una vez más, que llegan a lo cósmico o universal. Lo dicho lo estudió de Vitoria con singular profundida­d y estilo poético en el caso de nuestros pueblos indígenas. En consecuenc­ia la no intervenci­ón introducid­a en la diplomacia mexicana por Genaro Estrada tiene raíces que no se pueden soslayar o ignorar. Y a mi juicio lo que ha sucedido en Perú, país con enormes similitude­s con México (compartimo­s virreyes y episodios de lucha a favor de la libertad) ha de servir para actuar con cautela y conocimien­to. Sobre todo teniendo al frente la ferocidad consabida de un capitalism­o que no oculta su apetito consumista y colonialis­ta.

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