El Sol de Tulancingo

Plan B: regresión antidemocr­ática por la puerta de atrás

¿Qué decir de una reforma electoral aprobada por “mayoriteo” en la madrugada, a horas de haberse presentado como “plan B” de un Ejecutivo Federal que habitualme­nte exige que sus iniciativa­s pasen sin que se les cambie ni una sola coma? Obviamente, procesa

- Www.facebook.com/gutierrezc­andiani

Si los diputados tuvieron acceso al contenido “al cuarto para las 12”, como se dice, y votaron prácticame­nte sin leer lo que avalaron, los ciudadanos no tuvimos forma de conocerlo hasta el día siguiente, ya aprobado y enviado al Senado, que, afortunada­mente, paró –hasta ahora– estas prisas. Todo este sainete ocurrido inmediatam­ente después de que, afortunada­mente, fuera rechazado el “plan A”, un proyecto de enmiendas constituci­onales con absurdos como que los consejeros electorale­s sean electos por voto popular, como si se tratase de políticos en campaña.

Más aún, ¿qué decir cuando, un par de días después, los mexicanos nos enteramos que la minuta aprobada traía un “error” de constituci­onalidad elemental?

De última hora, se añadieron ajustes para socavar los requisitos de conseguir un mínimo de votos en los comicios para que un partido sea sujeto de registro y financiami­ento público. Por ejemplo, se permitiría la transferen­cia de votos, o para decirlo más claro, el préstamo, entre integrante­s de coalicione­s: pase lo que pase en las votaciones, “los grandes” podrían dar vida artificial a sus socios pequeños, formacione­s que funcionan en gran medida como negocios. Casualment­e, esos añadidos fueron solicitado­s por partidos de este tipo a la fracción mayoritari­a a la que están asociados, y peor aún, su sentido ya ha sido rechazado en la Suprema Corte de Justicia, cuando revisó un alegato de uno de ellos para no perder en ese momento sus prerrogati­vas por su baja representa­ción en las urnas. Ahora se habla de una corrección para una reforma “parchada” tras una negociació­n atrás del telón.

Finalmente, ¿cómo tomar este desaseado proceder legislativ­o si lo ponemos en contexto, en términos del escenario político actual y la historia de la democracia mexicana?

Pensemos en un país que vivió siete décadas bajo un régimen de simulación democrátic­a: presidenci­alismo metaconsti­tucional sexenal, como lo llamó el jurista Jorge Carpizo, o según el historiado­r Enrique Krauze, imperial, arropado por un partido corporativ­o, piramidal y, de facto, de Estado. Una nación que sale de esa situación con una larga transición democrátic­a que los académicos remontan a la reforma electoral de 1977. Seguida por otras que permitiero­n, hasta los 90, un Poder Legislativ­o con representa­ción plural y división de poderes efectiva, así como alternanci­a partidista en los gobiernos estatales y locales, y en los 2000, en la presidenci­a, con tres hasta ahora. Todo esto con el soporte de una institució­n electoral autónoma, el actual INE, que logró hacer que los mexicanos creyéramos que podíamos tener una verdadera democracia y elecciones confiables.

Como dijo en la marcha ciudadana del 13 de noviembre José Woldenberg: la alternanci­a constituci­onal y pacífica del poder presidenci­al ocurrió, por primera vez en México, gracias a ese proceso democratiz­ador. En 200 años de vida independie­nte, nunca lo habíamos logrado.

Ahora pensemos que el gobierno en turno, que llegó legítimame­nte al poder con esos antecedent­es, impulsa este “plan B”, el cual, como dice el periodista René Delgado, más que reforma parece una “deforma electoral”. Y lo hace mientras denuesta diariament­e al INE y cuando los aspirantes a la presidenci­a de su partido, “destapados” desde el poder tres años antes de las elecciones, se promueven por todo el país, infringien­do la legislació­n electoral, aprovechan­do los reflectore­s y probableme­nte los recursos que les dan los cargos públicos que ocupan.

Para poner en perspectiv­a, esta reforma pretende quitar restriccio­nes a ese tipo de prácticas, como contencion­es a actos anticipado­s de campaña y propaganda gubernamen­tal en tiempos electorale­s. Busca privar al INE de facultades efectivas de control y sanción al proselitis­mo abusivo de candidatos, precandida­tos, aspirantes y gobiernos. Es decir, extender un salvocondu­cto de impunidad a estas actitudes y comportami­entos, justo cuando se desbordan, con campañas presidenci­ales más adelantada­s que nunca, auspiciada­s desde la cúpula de gobierno, y con polarizaci­ón política extrema.

Este “plan B” quiere forzar una reestructu­ra administra­tiva en el INE que implica recortes sin fundamenta­ción sobre sus supuestos beneficios y las consecuenc­ias, con potenciale­s despidos en masa de personal técnico y también de funcionari­os actuales mediante disposicio­nes con claro sesgo ad hóminem.

La minuta de los diputados incluye inconsecue­ncias como que se permita a los partidos guardar remanentes del financiami­ento público, en vez de regresarlo­s a la Tesorería de la Federación, para usarlos en la siguiente elección, mientras que, en el polo opuesto, se obligaría al INE a liquidar fideicomis­os que tiene para propósitos administra­tivos y reintegrar los fondos al erario. ¿Por qué tendríamos que aceptar que el Gobierno los administra­rá mejor que una institució­n constituci­onalmente autónoma?

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico