La economía mexicana en 2023
Vale la pena repasar la prospectiva de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sobre México para este nuevo año, como una mirada equilibrada y desde un observatorio externo, sin que se le puedan atribuir sesgos por la eferves
La OCDE prevé que el PIB de México se desacelere de 2.5 por ciento en 2022 a 1.6 por ciento en 2023, para subir a 2.1 por ciento en 2024. El descenso es importante, máxime si se considera que esa proyección es bastante alta en comparación con los consensos de las más recientes encuestas a analistas: la última del Banco de México, publicada el 16 de diciembre, apunta a 2.9 por ciento en el año que terminó, 0.92 por ciento en el que arranca y 1.74 por ciento en 2024.
En general, el cierre anual fue mejor a como se veía hasta hace poco, ya con la inflación habiendo cruzado un máximo y en una perspectiva de moderación gradual, en adición a un segundo semestre con una actividad más vigorosa a la anticipada. Sin embargo, el escenario para 2023 no ha dejado de ensombrecerse.
En el caso del crecimiento, la proyección está cada vez más lejos de 3 por ciento con el que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público construyó el presupuesto federal, con riesgos de que las cuentas no alcancen, en un contexto nacional cada vez más enrarecido por el futurismo electoral, y uno internacional con múltiples hendiduras por las que puede colarse mayor inestabilidad en los mercados.
El análisis de la OCDE considera que el consumo interno se verá respaldado por la mejora gradual del mercado laboral tras el golpe de la pandemia, pero matizado por la alta inflación. Prevé que las exportaciones sigan beneficiándose de la integración en las cadenas globales de valor, aunque ese dinamismo estará mitigado por la anticipada desaceleración de la economía estadounidense. No prevé una recesión en el país vecino, pero sí da por descontada la desaceleración.
En cuanto a la inflación en México, la OCDE estima que descenderá de 8 por ciento en 2022 a 5.7 por ciento en 2023 y a 3.3 por ciento en 2024. Es decir, mejor, pero, por un buen tiempo, todavía alta y sin que podamos cantar victoria. Puede añadirse que, con el índice subyacente en niveles históricos, sin que se aviste aún el punto de inflexión, no pueden descartarse que se presenten potenciales recaídas. Recordemos que ésta medición es la que omite bienes y servicios con precios volátiles y suele ser más consistente con presiones de un carácter más estructural.
Para la OCDE, la política fiscal del Gobierno de México sigue siendo prudente, sin menoscabo de la continuidad de prioridades de éste, como programas sociales, en particular las pensiones no contributivas, como pensiones a adultos mayores, y los proyectos de infraestructura en el sur, como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas y el corredor ferroviario del Istmo de Tehuantepec. No da su opinión sobre éstos, pero sí cree que pueden ser sostenidos a corto plazo.
No obstante, la posición fiscal es menos sólida. La OCDE espera que el déficit presupuestario aumente a 3.6 por ciento del PIB en 2023 desde 3 por ciento en 2022, y que la deuda pública se estabilice en torno al 50 por ciento del PIB. Un punto a favor: “México también ha comenzado a reconstruir los colchones fiscales, mediante la reposición gradual del fondo de estabilización, que ahora tiene 0.1 por ciento del PIB en recursos