La costosa caída de Ovidio
La captura de Ovidio Guzmán López no se debió a un patrullaje previo que devino en encontronazo fortuito con hombres armados a las afueras de Culiacán, como lo planteó el viernes 6 de enero en la conferencia matutina el secretario de la Defensa Nacional. Tampoco fue que el hijo del Chapo Guzmán estuviera entre el grupo de pistoleros con quienes se suscitó el tiroteo. Lo que dicen fuentes militares es que su detención fue resultado de bastante tiempo de trabajo en la sección séptima del Estado Mayor de la Defensa Nacional (operaciones contra el narcotráfico), que se capitalizó con el hallazgo previo de información durante los aseguramientos de laboratorios de droga sintética que hubo durante 2022 a las afueras de Culiacán. Refieren de un episodio clave, en el contexto de un decomiso, sucedido en noviembre pasado en la capital sinaloense.
En su edición impresa semanal del pasado lunes 9 de enero, documentó el trabajo de campo que realizaron durante los últimos años los Órganos de Búsqueda de Información (OBI) de la novena zona militar, considerado más preciso y mejor dirigido comparado al del Culiacanazo de 2019.
También se adecuó el despliegue táctico de unidades en operativos y sobre todo —con base en documentos hackeados por el grupo Guacamaya a la Sedena— se generó información de las redes de narcomenudeo del grupo de Ovidio. De este cruce de información se reconstruyeron los meses previos y la red que identificaron.
Las fuentes militares señalan que células armadas de los Chapitos o los Menores, como se les conoce, provocaron bajas muy serias al grupo de fuerzas especiales que llegó al frente de la operación seguidos de unidades de la Guardia Nacional y del Ejército. De ahí la intervención de un helicóptero Blackhawk artillado que los inmovilizó.
La planeación y ejecución de la operación fue del Grupo de Inteligencia Antinarcóticos (GIAN) del EMDN. Los que bajaron desde helicópteros aquella madrugada en el rancho la Higuerita a las afueras de la comunidad de Jesús María, fueron integrantes de la unidad élite de fuerzas especiales que fueron recibidos a tiros.
Una fuente militar señaló que de los ocho soldados muertos en esa acción, siete eran de fuerzas especiales, un jefe con rango de mayor, cuatro oficiales —tres capitanes y un teniente— y dos sargentos.
Se contempló que la coordinación y organización de los civiles armados provocaría una reacción donde sería necesario que las unidades de la novena zona militar prepararan unidades de respuesta y reforzaran la vigilancia a sus instalaciones. Comparado a octubre de 2019 el caos no impidió que el equipo de extracción se llevara a Ovidio, hubo reacciones tardías y en respuesta vinieron bloqueos y ataques a naves civiles en el aeropuerto. Como sucedió hace tres años, la desinformación generó terror y el miedo se apoderó de buena parte de la población civil.
Los refuerzos tardaron y cuando llegaron al aeropuerto fueron recibidos a tiros, hubo aterrizajes de emergencia con maniobras inusuales para naves militares. La emboscada a una sección del 43 de infantería que venía en apoyo desde Tepic, Nayarit, rumbo al sur de Sinaloa, al mando del coronel Juan José Moreno Orzua, quien perdió la vida junto a un subordinado, fue un golpe muy duro para la moral de las tropas. En los funerales de los caídos, el comandante supremo brilló por su ausencia.