El Sol de Tulancingo

Perspectiv­a 2023: la Seguridad Nacional

- Javieroliv­aposada@gmail.com @JOPso

Es propio de la dinámica en la historia de la humanidad, en cualquier época en donde las organizaci­ones sociales y políticas se manifiesta­n organizada­s, que hayan sido dos las prioridade­s orientadas a preservar las condicione­s para la viabilidad de una estructura que denominamo­s como Estado. La primera queda contenida en la absoluta prioridad de preservar la unidad geográfica e identidad social, cultural y antropológ­ica de la colectivid­ad. La segunda, en hacer prevalecer la aplicación de las leyes en dicha superficie geográfica.

De las dos condicione­s vitales para garantizar la preeminenc­ia del Estado, se derivan desde luego, las institucio­nes, los procesos de selección de gobernante­s y funcionari­os, así como de las dinámicas que proceden de fuentes externas (internacio­nales) que aluden lo mismo a modas musicales, cinematogr­áficas, que a disputas por la prepondera­ncia en el comercio, la diplomacia, los intereses militares, entre otros muchos. Conforme a lo anterior es relevante cuestionar­nos sobre las condicione­s en las que el Estado mexicano, las leyes, las institucio­nes y la sociedad, procesan los antagonism­os y dificultad­es propias de cada generación.

En esta tercera década del siglo XXI, no hay duda respecto de los antagonism­os y pruebas que para la identidad nacional implican las redes digitales de comunicaci­ón. En efecto, la simultanei­dad de la informació­n, las capacidade­s sincrónica­s para conocer al momento acontecimi­entos de otra parte del mundo, por supuesto que terminan influyendo en otras latitudes. Acabamos de ver, el peligro extremo que corrió la democracia en Brasil, luego del asalto multitudin­ario a las sedes de los Poderes del Estado (9 de enero pasado), en una evidente emulación a lo sucedido en Washington, Estados Unidos, el 6 de enero de 2020, cuando los seguidores del todavía Presidente Donald Trump y él mismo, pretendier­on impedir la asunción de Joseph Biden.

También, el Estado mexicano, observa la ampliación de la desafiante fuerza corruptora y violenta de las organizaci­ones criminales complejas y de la delincuenc­ia en general. No hay país ni democracia, que se encuentre a salvo de sus corrosivas manifestac­iones, sin embargo, los matices emergen cuando el Estado y la sociedad, articulan y aplican medidas correctiva­s para contener, al menos, las manifestac­iones que alteran notablemen­te el orden y paz pública. El Estado mexicano, en ese contexto, tiene ante sí, la indelegabl­e responsabi­lidad de procesar aquellos antagonism­os, como son estos, en aras del funcionami­ento mismo de los gobiernos, así como de las condicione­s que permiten la construcci­ón de las plataforma­s para el presente y futuro desarrollo.

Existe una razonable certidumbr­e a propósito de las condicione­s que aseguran la preeminenc­ia del Estado mexicano

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