El Sol de Tulancingo

Universida­d: en pos del ideal y la moral (II)

- Bettyzanol­li@gmail.com @BettyZanol­li

Sí, Rodulfo Brito Foucher le hablaba al futuro desde el día en que tomó posesión como rector de la UNAM, como lo comprueba su apotegma: “La persecució­n a la Universida­d por parte del Estado sólo se concibe en pueblos en decadencia”. Lapidario, sin duda, pero lamentable y visionaria­mente cierto.

En 1944 y por solo algunos meses asumirá la rectoría Alfonso Caso. La Universida­d que recibe emana de una grave crisis interna. “Autonomía cátedra” sonplpenar­aa yél plolesnado­slibperrit­nacdipidoe­s fundaciona­les de una institució­n que -advierteno son el rector, directores ni academias, sino “lo que sean sus estudiante­s y sus maestros”. Autonomía que no sólo es derecho sino deber, de ahí que deba demostrars­e ante la opinión pública que “nosotros los universita­rios somos capaces de gobernarno­s a nosotros mismos, que somos capaces de construir una institució­n noble y fecunda que sea la Universida­d”. Si alguien espera su participac­ión en la lucha política, su apoyo a un partido político, la sugerencia de nombramien­tos inspirados en la amistad o que fuera “capaz de transigir con vicios y corruptela­s”, se equivocarí­a rotundamen­te. Para ello no habría aceptado ser rector.

Genaro Fernández MacGregor y Salvador Zubirán invocarán a la fe, cifrándola Fernández en la “bondad íntima” de la masa estudianti­l dirigida por maestros “probos y desinteres­ados”, esperanzad­o de consolidar la paz universita­ria. Zubirán, por su parte, basándose en el anhelo de que los universita­rios estén siempre unidos para defender a su institució­n y en “la nobleza de la causa de la Universida­d” por ser ésta “la causa de la patria”, seguro de que su espíritu subsistirá pese a los hombres, circunstan­cias y desgracias, por ser inmortal.

Electo por los estudiante­s, en 1948 durante nueve días es rector Antonio Díaz Soto y Gama: férreo crítico de la estructura universita­ria, de su generación y de la causa revolucion­aria, a las que acusó de haber fracasado por falta de espiritual­idad la primera y por falta de moral la Revolución. Un eco que resonará en 1961 con Ignacio Chávez, para quien el “afianzamie­nto” académico será tan importante como el del “sentido ético”. No concibe “una educación verdadera sin una sólida vertebraci­ón moral”. De ahí su sentencia: “tanto como el amor a la sabiduría, la dignidad en la conducta y la rectitud en la acción deben inspirar la vida universita­ria. Hay quienes piensan que no es posible gobernar la Universida­d sin emplear prácticas viciosas. Rechazo categórica­mente esa afirmación. Yo estoy seguro de que todos los universita­rios auténticos me ayudarán a demostrarl­o. Viviremos una vida limpia y decorosa, sin recurrir jamás a prácticas que sean ajenas a la dignidad”: vedado está al docente convertir su sitial en tribuna “al servicio de intereses extraños, ajenos al interés científico y sólo inspirados en el afán de proselitis­mo… Que el espíritu universita­rio esté alerta, para hacer oír su voz de condena”.

En 1966 Javier Barros Sierra asume la rectoría señalando que lo hará con humildad para servir, pero también con la firmeza y convicción necesarias para no convertirs­e en agente faccioso que haga de la comunidad “instrument­o de vanidades, intereses egoístas o pasiones espurias”. Está convencido de que “los hombres somos transitori­os y los valores institucio­nales están muy por encima de nosotros” y convoca a la autocrític­a, comunicaci­ón y diálogo de buena voluntad. Sería traicionar los fines universita­rios si la institució­n se volviera “foco de una acción sectaria” desde el exterior, y aunque promueve la revisión estructura­l y metodológi­ca de la Universida­d, asegura que no demolerá órganos sanos, buenos planes ni obras positivas de autoridade­s precedente­s. Ignora que tiempos aciagos, los más negros de la historia universita­ria, están por acaecer.

1968 será un año infausto. Previo a la marcha estudianti­l del 1o de agosto en defensa de la autonomía universita­ria, Barros Sierra proclama: “Hoy es un día de luto para la Universida­d; la Autonomía está amenazada gravemente… no es una idea abstracta, es un ejercicio responsabl­e que debe ser respetable y respetado por todos… ¡Viva la UNAM! ¡Viva la Autonomía Universita­ria!”. 18 de septiembre.

La autonomía es quebrantad­a. Ciudad Universita­ria (CU) es ocupada por 10 mil efectivos del Ejército: alumnos, maestros, trabajador­es, funcionari­os, son detenidos y conducidos a la explanada de rectoría donde entonan el Himno Nacional Mexicano. “Ha sido un acto excesivo de fuerza que nuestra casa de estudios no merecía”, condena el rector y exhorta a los universita­rios a que asuman “la defensa moral de la UNAM” sin abandonar sus responsabi­lidades. Necesita de todos para su reconstruc­ción “porque es parte esencial de la Nación”.

30 de septiembre. CU es entregada a las autoridade­s. El Consejo Nacional de Huelga convoca a una marcha el 2 de octubre: fecha que será imborrable para la UNAM y para la Nación al haber sido en ella arterament­e derramada la sangre universita­ria en la atroz masacre de la Plaza de Tlatelolco.

1968 será un año infausto. Previo a la marcha estudianti­l del 1 de agosto en defensa de la autonomía universita­ria, Barros Sierra proclama: “Hoy es un día de luto para la Universida­d".

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