El Sol de Tulancingo

Lo que gasta el gobierno te afecta

- Presidente y Fundador de Grupo Salinas Sitio: https://www.ricardosal­inas.com/ Twitter: @RicardoBSa­linas

No es lo mismo que el gobierno gaste a que los individuos y las familias gasten o inviertan. En primer lugar, el gobierno latinoamer­icano típico gasta mucho y gasta mal (aunque no es una “cualidad” exclusiva de esta región). Basta echar un vistazo a la enorme carga impositiva sobre la sociedad y a la ínfima calidad de los servicios públicos para constatarl­o.

Cuando el gobierno gasta un peso, o un real, o un quetzal, gasta el dinero de otros (los contribuye­ntes), y típicament­e no rinde cuentas a nadie o las cuentas son poco transparen­tes. En la transparen­cia y rendición de cuentas los políticos nos quedan debiendo.

En contraste, cuando una familia gasta, o invierte, lo hace con el conocimien­to de cuáles son sus necesidade­s —alimentaci­ón, vestido, vivienda, útiles escolares, etc.— o si puede darse algún lujo y cuál es su presupuest­o y su capacidad de pago, si es que decide tomar algún préstamo.

Además, lo que gasta o le pertenece o lo pagará eventualme­nte: toma toda la responsabi­lidad y asume el costo íntegro de sus decisiones.

El gobierno muchas veces se jacta de saber mejor que las familias lo que éstas necesitan (esto en muy pocas ocasiones es correcto). No podemos negar que existen servicios (públicos) que sólo el gobierno puede ofrecer o concesiona­r de manera eficiente, por ejemplo, la iluminació­n y la pavimentac­ión de las calles.

Pero existen muchos bienes y servicios de naturaleza privada que el gobierno insiste en producir o en distribuir, provocando un desperdici­o millonario de recursos para la sociedad.

Los países de América Latina no pueden darse el lujo del despilfarr­o. El gobierno gasta mucho y gasta mal.

Si el gobierno se endeuda, y frecuentem­ente lo hace, el problema se multiplica: los costos de gastar mal hoy se transfiere­n a las generacion­es futuras, rompiendo el pacto entre las generacion­es, que exige

Cuando el sector público absorbe recursos, éstos se dejan de canalizar a otras actividade­s y se encarece el financiami­ento para los individuos y para las empresas. La “variable de transmisió­n”, como le llaman los economista­s, es la tasa de interés, es decir, si el gobierno se endeuda más, la tasa de interés sube y los individuos y las empresas tienen una menor capacidad de financiami­ento para invertir en maquinaria, equipo o en bienes de consumo duradero. Esto lo ignoran los gobernante­s.

Si el gobierno se endeuda, y frecuentem­ente lo hace, el problema se multiplica: los costos de gastar mal hoy se transfiere­n a las generacion­es futuras, rompiendo el pacto entre las generacion­es, que exige dejar un país mejor a las generacion­es futuras. En cambio, cuando un individuo se endeuda, no importa si es para financiar su consumo inmediato o un bien de consumo duradero, conoce su capacidad de pago y lo enfrenta de manera responsabl­e.

dejar un país mejor a las generacion­es futuras. En cambio, cuando un individuo se endeuda, no importa si es para financiar su consumo inmediato o un bien de consumo duradero, conoce su capacidad de pago y lo enfrenta de manera responsabl­e.

Cuando el sector público absorbe recursos, éstos se dejan de canalizar a otras actividade­s y se encarece el financiami­ento para los individuos y para las empresas.

El efecto fue documentad­o hace más de 80 años por John Maynard Keynes, y le llamó “crowding out” en su obra más importante, Teoría general del empleo, el interés y el dinero.

La “variable de transmisió­n”, como le llaman los economista­s, es la tasa de interés, es decir, si el gobierno se endeuda más, la tasa de interés sube y los individuos y las empresas tienen una menor capacidad de financiami­ento para invertir en maquinaria, equipo o en bienes de consumo duradero. Esta es una lección que, varias décadas después, gobernante­s de todo tipo y en todas partes ignoran con frecuencia.

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