Prostitución y acoso
Hace unos días, estuve cerca del lado “oscuro, tenebroso y desterrado” de la ciudad, donde trabajan los y las “excluidas y estigmatizadas” sociales, es decir, las sexoservidoras.
Estacioné mi coche para atender una reunión a unos metros de esa “zona caliente” y al finalizar la tertulia, observé que en la esquina estaba una chica transexual, que esperaba al lado de un tambo con fuego que utilizaba como calentón, a que le llegaran clientes.
Antes de subir al coche, por curiosidad le pregunté cuál era su tarifa a lo que contestó que cobraba $300 pesos la media hora. Deberías cobrar más, -le dije, hace mucho frío y la leña está cara. Me fui reflexionando que, ella con sólo dos horas de trabajo diario gana alrededor de $1,200 pesos al día, mientras que un maestro, si bien le va, le pagan $100 pesos la hora. Pareciera mejor negocio y menos inversión de tiempo ese oficio. Esa mujer prostituye su cuerpo por una decente cantidad, mientras que el maestro, prostituye su mente y conocimiento todo el día y el Estado, jamás le pagará un salario digno.
La prostitución ha sido tema de fuertes discusiones y debate en nuestro país. En México, esta actividad es legal siempre y cuando se ejerza voluntariamente con una persona mayor de edad y sin fines de explotación y trata. Diversos estudios muestran que un cliente de la prostitución lo hace principalmente para satisfacer un deseo sexual, buscar compañía y alejarse de los problemas en casa.
El año pasado, María Clemente García Moreno, diputada transexual de Morena anunció que presentaría una iniciativa para regular el trabajo sexual en México, aludiendo a que el “trabajo es trabajo” y debe estar regulado, y tiene razón. La chica transexual de la “zona roja” ofrecía un servicio a cambio de una tarifa. Esa noche celebró uno o varios contratos verbales, consistentes un acuerdo de voluntades entre dos o más personas, con la finalidad de practicar sexo. Había un precio, el cliente lo aceptaba, pagaba, obtenía el servicio y así, perfeccionaban el contrato.
Me pregunto ¿cuántas personas diariamente buscan y aceptan “actos de prostitución poco profesionales” mediante la seducción, amenazas y promesas? En una maquila, el gerente -generalmente casado- le dice a una subalterna que, de acostarse con él, la subirá de puesto. La mujer esperanzada por el ascenso, aparta el viernes por la noche y para la semana siguiente, ya es jefa.
La prostituta intenta realizar su trabajo de manera formal, pero el Estado se lo niega, mientras que hay muchos y muchas en las oficinas que lo hacen de todas formas, la diferencia es el lugar, la vestimenta y quizá el grado académico.