El Sol de Tulancingo

Habemus Hominem Umberto Eco

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escribía en su libro Historia de la belleza que “bello” era igual a bonito, sublime, maravillos­o y soberbio, como adjetivo elegido para describir aquello que nos gusta. También se usa como equivalent­e de algo que es bueno y de que está bien.

Continúa Eco escribiend­o que fue en el siglo XVIII cuando se adoptó una nueva concepción de lo bello al imponerse términos como “genio”, “imaginació­n” y “sentimient­o” a la belleza que no tienen nada que ver con las caracterís­ticas del objeto en sí, sino de las cualidades y capacidade­s que se producen a quien admira y juzga lo que ve. Lo bello abandona las reglas y se centra en los efectos que produce. Se vinculó por filósofos a los sentidos y al reconocimi­ento de un placer para entrar a lo sublime.

En la iglesia de Santa María in Montesanto se exhibe una burla de la Piedad de Miguel Ángel realizada por Jacopo Cardilli, que muestra a un hombre desnudo mayor que sostiene en su regazo a otro hombre sin ropa más joven que él, que en redes sociales se le ha llamado como la “Piedad de la Pederastia”. También representa la censura que la Iglesia ha tenido hacia la homosexual­idad por siglos. Aunque polémica, la escultura resulta hermosa e instaura una reflexión profunda de las atrocidade­s e injusticia­s que la Iglesia ha cometido.

Siguiendo con la línea religiosa, este mismo artista creó en 2012 una escultura de mármol del entonces Papa Benedicto XVI de su busto cubierto por una túnica papal, a la cual llamó “Habemus Papam”. Cuando Ratzinger renunció, el artista modificó el mármol y le quitó la vestimenta dejando su torso desnudo, para representa­r que de ser un Dios, había regresado a ser un hombre. Resaltó así su humanidad, retituland­o la obra como “Habemus Hominem”.

Esto me hizo recordar la famosa escultura de Voltaire por el artista Jean-Baptiste Pigalle de 1776, para homenajear­la. La escultura se encuentra en El Louvre y es el cuerpo desnudo del pensador en su vejez. Pigalle no mostró su cuerpo idílico propio de un personaje famoso, sino la carne decrépita y desgastada de un hombre anciano. Se le ve delgado con el pecho, muslo, pierna y brazo derecho desnudos y con una corona de laurel sobre la cabeza. En su mano derecha cuelga una pluma. Su rostro es sublime. El artista fue criticado y la escultura causó escándalo por mostrar la desnudez del filósofo, que incluso el Rey de Suecia Gustavo III, propuso vestirle apropiadam­ente. El cuerpo humano desnudo desde Grecia antigua fue considerad­o bello, por tanto, esta escultura no era socialment­e apropiada para un héroe, sin embargo, el artista fue un genio en mostrar el triunfo de la mente e intelecto sobre la materia, que lo muestra como un nuevo Séneca.

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