El payaso Wichos, de casi 30 años de risas
Seguramente lo viste en algún momento de tu infancia: en compañía de su hijo, daba momentos de risas y alegría a los cientos de niños y niñas que se congregan en el Jardín de La Floresta, además que tenía un estanquillo en el área de juegos principal con el particular letrero de "Licenciados Wicho's". Sin embargo, en los últimos años enfrentó una de las mayores tragedias de su vida con la muerte de su hijo, quien además de ser su compañero fue quien originalmente tuvo la idea de dedicar su vida a ser payasos.
Así lo cuenta don Luis Reyes, de 63 años, quien lleva 27 de ellos ganándose la vida bajo el manto de "Wicho's Tamales del Tamalón Gordo", su nombre artístico. A un año del fallecimiento de su hijo, el otro Wicho's, confiesa haberse hundido en la depresión por al menos ocho meses, tiempo en que se alejó de su oficio y solo salía "para comer". Sin embargo, fue gracias a otro de los compañeros del gremio, Alberto Ramos "Chirrido", que poco a poco entendió que la vida de payaso le servía como un medio de terapia para lidiar con su duelo.
"Él me empezó a jalar, me daba compañía y me invitaba a su casa a comer.
Gracias a él salí de una depresión que duró aproximadamente ocho meses. De ahí que volví a agarrar el hilo y empezó a jalarme a las competencias", contó en entrevista.
Apenas el fin de semana anterior, se alzó con el primer lugar en el certamen de Magia Cómica que tuvo lugar en Tantoyuca, Veracruz. Aquí deleitó a asistentes, niños y jurados con su excepcional show de magia chusca que le valió la medalla de oro por encima de otros 70 concursantes de diferentes estados.
Representando a Hidalgo, cautivó con el espectáculo que normalmente presenta en los semáforos de la ciudad de Tulancingo, específicamente en el crucero de La Morena, donde acude todos los días de ocho a diez de la mañana. Después de esta hora la situación se complica un poco, pues señala que trabajadores municipales ocasionalmente "lo corren", negándole así la posibilidad de generar su ingreso diario.
Y es que argumenta que lo que él hace en su show es un espectáculo de humor blanco, del cual obtiene el recurso necesario para asistir a conferencias y concursos en otras partes de la República, viajes que van por encima de los seis mil pesos en la mayoría de casos y que debe solventar por su cuenta. En dichas experiencias además de compartir su talento también reciben capacitación en mejora de técnicas, caracterización y hasta les enseñan cómo perder el pánico escénico.
A un año del fallecimiento de su hijo, confiesa haberse hundido en la depresión por al menos ocho meses, tiempo en que se alejó de su oficio y solo salía "para comer"