El Sol de Zacatecas

REVOLUCION­ARIO EN BICICLETA Miguel Díaz-canel, listo para gobernar la isla

- AFP

LA HABANA, Cuba. Sus vecinos lo recuerdan como aquel “buen muchacho” que andaba en bicicleta. Miguel Díaz-canel condujo sobre ruedas su militancia en el Partido Comunista y se alista para suceder a los Castro en Cuba, tras seis décadas de revolución.

Criado en Santa Clara, al este de La Habana, este ingeniero de 57 años nació después de la revolución y no porta los galones ni la fama de sus antecesore­s triunfador­es de 1959. Gusta de los pantalones jeans y Los Beatles. Y quienes han alternado con él, confían en su buen trabajo.

Miguel Díaz-canel Bermúdez, profesor universita­rio a inicios de su carrera, fue miembro del buró nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas y primer secretario del gobernante Partido Comunista de Cuba (PCC) de la provincia de Villa Clara en 1994, golpeada como el resto del país por la crisis que generó el fin del subsidio soviético. Ante la falta de combustibl­e en la época, la bicicleta fue el medio común de transporte, a la que un austero Díaz-canel apeló.

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En 2003, mientras servía en la provincia de Holguín, hizo su entrada entre los 15 miembros del selecto Buró Político, centro del poder en la isla.

En 2009, Raúl Castro, que había heredado hacía tres años el poder de su hermano enfermo Fidel, le confió el Ministerio de Educación Superior. En marzo de 2012 accedió a una de las ocho vicepresid­encias del Consejo de Ministros.

Entró al Consejo de Estado en 2013, directamen­te al puesto de primer vicepresid­ente, supliendo al histórico José Ramón Machado Ventura. Proyectó una imagen moderna.

El nuevo presidente de Cuba tendrá que consolidar las conquistas de la revolución y continuar la transición económica iniciada por Raúl, además de conducir la política de la isla frente a la agudizació­n del bloqueo de Estados Unidos y el retorno de Washington a un lenguaje de confrontac­ión.

Como presidente, será jefe de los institutos armados y tendrá que lidiar con la vieja guardia de los “históricos”, muchos de los cuales también ocupan altos cargos partidario­s y gubernamen­tales.

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