Cultura a la mexicana
Los gobiernos de las demás entidades del país, siguiendo el ejemplo oaxaqueño, están considerando adoptar medidas prohibicionistas similares, por lo que sinceramente espero que lo hagan con intentos más realistas y diseñados en favor de una mejor alimentación del pueblo y no con lo que les parezca más "facilón".
Con la idea de innovar medidas para el combate a la obesidad, la diabetes y otras enfermedades que en nuestro país suelen ser especialmente letales para quienes en este tiempo son presa del coronavirus y otras eventualidades, al Congreso del estado de Oaxaca se le ocurrió prohibir la distribución, venta, regalo y suministro de bebidas azucaradas y los llamados alimentos chatarra a los menores de edad y con ello alborotó un avispero como resultado, pues la respuesta fue inmediata.
Sobre todo de los expendedores de refrescos y golosinas al menudeo, la llamadas "tienditas" y puestos improvisados, quienes advirtieron una seria amenaza a su bolsillo, de por si menguado, en la restricción de los legisladores locales que al parecer no calcularon bien las consecuencias de la reforma, al no incluir la necesidad de dictar otras disposiciones que evitaran la corrupción que esperan, las atenuaran e hicieran mayormente eficaces y no "letra muerta", como se califica en el argot de los abogados a las normas gubernamentales predestinadas a su incumplimiento, precisamente por no considerar las condiciones de la población en la que deben aplicarse.
Los gobiernos de las demás entidades del país, siguiendo el ejemplo oaxaqueño, están considerando seriamente adoptar medidas prohibicionistas similares, por lo que sinceramente espero que lo hagan con intentos más realistas y diseñados en favor de una mejor alimentación del pueblo mexicano y no con lo que les parezca más "facilón", pues el objetivo no es afectar aún más la situación de quienes sobreviven con la venta de esos artículos, sino con eficacia primero, que el estado de salud pública no siga deteriorándose y después, que las nuevas generaciones adquieran el hábito de procurarse una sana alimentación, lo que representa una tarea colosal que por décadas se ha descuidado. En caso contrario, además de la inútil afectación a la economía de muchas familias, mis hijos tendrán que portar su cartilla del servicio militar, liberada, para comprar un chocolate Carlos V.
Me es inevitable comentar en este espacio, el delicado asunto de la ocupación de la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos por algunas de las muchas, pero muchas, víctimas de violencia de género y otras activistas feministas radicales ante la acostumbrada desatención de sus demandas de justicia por todas las autoridades obligadas a ello.