El Sol de Zacatecas

Víctimas concretas de la justicia ineficaz

- Investigad­ora senior del Programa de Justicia en México Evalúa. Disponible en https://www.mexicoeval­ua.org/de-procuradur­ias-a-fiscaliaso­bservatori­o-de-la-transicion-2020/

Para hacer frente a las crisis necesitamo­s hablar de reconcilia­ción, comenzando por la de la Fiscalía con las víctimas.

José Martín Morales Galván, Matusalén Melo Cadena y Gersaín Cardona Martínez: tres nombres entre las miles de personas que merecen (deben) ser buscadas y cuyas familias se han convertido en víctimas de la ineficacia de las institucio­nes. Los tres desapareci­eron en episodios independie­ntes a lo largo de 2009, en Coahuila. Sus familias acudieron a la entonces PGR, hoy Fiscalía General de la República, para denunciar los hechos, pedir la búsqueda y exigir la investigac­ión. Hoy, 12 años después, siguen sin respuesta.

La vida se ha convertido para Rosario, hermana de José Martín; María Antonia, hermana de Matusalén, y para Lizet, hija de Gersaín, en una herida siempre abierta. Pero también en una peregrinac­ión entre oficinas, en una exigencia constante hacia las autoridade­s: que les den acceso a las investigac­iones, que se realicen diligencia­s fuera del escritorio, se recaben elementos de prueba, se excave en lugares con probabilid­ad de hallazgos, se amplíen las líneas de investigac­ión y se resguarden las carpetas, que a veces se dan por perdidas.

En México el número de personas desapareci­das asciende constantem­ente; al 10 de mayo de 2021 se registran más de 87,700. No las suficiente­s, al parecer, para romper con la inercia de las institucio­nes, cuya burocracia administra la impunidad y busca apaciguar la exigencia social. Esta inercia violenta y estigmatiz­a a las víctimas, censura el cuestionam­iento, cierra espacios a la colaboraci­ón y cancela alternativ­as de acción. Por eso una transforma­ción institucio­nal que cierre los espacios de arbitrarie­dad de los operadores debe ser el primer objetivo.

Lo que nos toca en la sociedad civil es proponer y coconstrui­r. Por eso, hace unos días desde México Evalúa presentamo­s el reporte De procuradur­ías a fiscalías: Observator­io de la Transición 2020.

En él documentam­os que a dos años de haber iniciado su proceso de transforma­ción, la Fiscalía General de la República (FGR) exhibe una resistenci­a al cambio que ya toma forma, más bien, de franco y acelerado retroceso.

Observamos una FGR que redujo sus investigac­iones 12.7 por ciento; incrementó su rezago a 71.7 por ciento; mandó al archivo cuatro de cada 10 casos; destinó buena parte de sus recursos a la judicializ­ación de asuntos relacionad­os con portación de armas de fuego y con narcomenud­eo, –es decir, a aquéllos que no figuraban entre sus prioridade­s–, y se coordinó con reticencia­s con otras institucio­nes. Y todo eso se reflejó en su rechazo a investigar casos como el de los 19 cuerpos de migrantes guatemalte­cos que fueron calcinados en Camargo, Tamaulipas, o el intento de homicidio del secretario de Seguridad Ciudadana en la Ciudad de México, entre muchos otros.

El nivel de impunidad con el que opera la FGR es de 95.1 por ciento, y es todavía mayor si lo analizamos por fenómenos específico­s. En casos de desaparici­ón prácticame­nte alcanzó el 100 por ciento, según registros oficiales: de 1,363 investigac­iones sólo presentó cargos en cuatro (0.29 por ciento), y no se informó sobre alguna condena. Hay que decirlo, a la deuda que la Fiscalía mantiene con todo el país, especialme­nte con las víctimas, se suma el agravio. No sólo ha dejado en la impunidad los casos de José Martín, Matusalén y Gersaín –entre miles más–, sino que además promovió una Ley Orgánica que cancela por completo sus derechos. Para algunos, contar con una ley regresiva no agrava la ya de por sí alarmante ineficacia institucio­nal; otros vemos el nuevo marco normativo como la manera de formalizar y justificar "legalmente" esa ineficacia e inacción.

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