El Sol de Zacatecas

LA VIRUELA DERROTÓ A LOS MEXICAS

ENFERMEDAD­ES DESCONOCID­AS, EL ASEDIO ESPAÑOL Y LA ESCASEZ DE AGUA Y ALIMENTOS PROVOCARON A CAÍDA DE TENOCHTITL­ÁN SOBRE LA CUAL SE EMPEZÓ A LEVANTAR UNA NUEVA CIUDAD

- SONIA ÁVILA

Si la llegada de los conquistad­ores españoles a Tenochtitl­án significó un impacto para las comunidade­s indígenas, la caída del gran imperio azteca representó un giro de 180 grados en su cosmovisió­n. Todo lo que sabían y conocían hasta ese momento se transformó radicalmen­te a partir de una secuencia de cambios en su vida cotidiana, su organizaci­ón política, su economía, sus usos y costumbres hasta crear, en un sentido literal, una nueva sociedad en una nueva ciudad.

“Fue un verdadero golpe para los indígenas, pero me atrevo a afirmar que también fue un impacto para los españoles que deciden quedarse”, advirtió José Rubén Romero Galván, doctor en Etnología, al afirmar que la captura y muerte de Cuauhtémoc el 13 de agosto de 1521 significó la caída definitiva del gobierno de Tenochtitl­án y con ello el inicio de un periodo de readaptaci­ón principalm­ente por parte de los indígenas que concluye en la llamada Colonia de la Nueva España a lo largo de tres siglos, de 1521 a 1821.

“Realmente la caída del imperio mexica significó una tragedia para los indígenas: enfermedad­es, muertes, pérdida de sus costumbres. Todo lo que conocían se modificó y no fue un proceso de adaptación fácil y mucho menos rápido”, añadió en entrevista el también historiado­r.

La historia precisa que al morir Moctezuma, Cuitláhuac subió al poder, pero al poco tiempo murió a causa de la viruela, por lo que fue reemplazad­o por Cuauhtémoc. Sin embargo, el 13 de agosto de 1521 Cuauhtémoc fue capturado y con ello se dio la caída definitiva de Tenochtitl­án en manos de los españoles.

Al entender que son procesos sociales de largo aliento, el historiado­r precisó que los días y meses siguientes a la caída de Tenochtitl­án, la ciudad se vio envuelta en guerras y sobre todo en enfermedad­es traídas por los españoles como la viruela y el sarampión que incluso antes de la derrota del imperio azteca mató a millones de personas debilitand­o a las comunidade­s indígenas.

Por otro lado, se ordenó la destrucció­n del acueducto de Chapultepe­c que proveía de agua a la ciudad lo que colocó a la urbe en una crisis económica y alimentari­a a pesar de estar rodeada de ríos y canales. A ello se sumó la reconstruc­ción de la ciudad sobre las ruinas arquitectó­nicas de los mexicas, sobre todo de iglesias católicas para iniciar el proceso de evangeliza­ción.

También, Cortés mandó construir trece bergantine­s para asediar a la ciudad desde el lago con los que bombardeab­an la zona. En medio del caos de la guerra, el hambre y la enfermedad, comenzó la Colonia española.

EPIDEMIAS Y HAMBRE

Una de las principale­s armas de los españoles para apropiarse del terreno mexica fue contagiar a su población de enfermedad­es desconocid­as para ellos. Males fisiológic­os que, aunados a la mala alimentaci­ón de la gente, redujo el número de habitantes de manera drástica, señala el historiado­r Romero Galván.

Hay registros de que en 1518 la población indígena era de 25 millones de personas y para 1600 esta se redujo a sólo un millón de personas debido, principalm­ente, a la epidemia de viruela traída por los conquistad­ores.

“La enfermedad en el mundo prehispáni­co se veía como un castigo divino de los dioses, y había diferentes deidades a las que se les vinculaba con las enfermedad­es, pero la viruela y luego el sarampión significar­on un ataque mayor, desconocía­n totalmente cómo detenerla y se sumó a una severa hambruna. Se sabe que en 1520 falleciero­n 11 millones de indígenas por estas enfermedad­es”, añadió Araceli Peralta, investigad­ora de la Coordinaci­ón Nacional de Monumentos Históricos del INAH.

Al respecto América Molina del Villar, investigad­ora del Centro de Investigac­iones y Estudios Superiores en Antropolog­ía Social, precisó que entre 1519 y 1521 se registró la primera epidemia de viruela que afectó el área central de la ciudad, y a pesar de que se logró controlar aun sin tener conocimien­tos especializ­ados, estas enfermedad­es fueron apareciend­o cada cinco o diez años y afectaron principalm­ente a la población productiva, hombres y mujeres trabajador­es.

Otra peste se registró en 1545 que ya bajo un nuevo gobierno representó una pérdida multitudin­aria de población. “En los códices se tiene registro de hombres y mujeres arrojando sangre por la nariz y muertes de 10 a 30 personas por día, fue realmente complejo”, relató. Finalmente, en 1736 la población empezó a recuperars­e en términos de salud a pesar de que la viruela seguía presente, pero ahora centrada en la población infantil.

Las enfermedad­es, escasez de agua y alimento y los cambios en la organizaci­ón social puso a la población indígena, primero del centro de la ciudad y luego de la periferia, en una crisis de grandes proporcion­es. “También es importante decir que no fue fácil para la población española, quienes decidieron quedarse se vieron también afectados por esas enfermedad­es y crisis. Se puede hablar de un mestizaje en años posteriore­s, no al inicio donde todo era sorpresa”, apuntó Romero Galván.

UNA NUEVA CIUDAD

Otro de los aspectos importante­s tras la derrota de Tenochtitl­án, fue la construcci­ón de una nueva ciudad sobre los restos mexicas. La ciudad azteca ocupó más de 170 hectáreas y en los años siguientes a la caída sufrió una transforma­ción arquitectó­nica tanto en sus edificios religiosos como en los de uso habitacion­al.

Los primeros diseños de la nueva ciudad se hicieron a partir de bloques para fragmentar la presencia de los edificios prehispáni­cos y dar espacio a las calles cuadricula­das que aún convivían con el curso de los canales de la antigua ciudad. Así conviviero­n por algunos años un trazo urbano colonial con sitios como el Templo Mayor, cubierto por otro edificio en 1541.

La demolición de los templos menores del centro ceremonial abrió un área de forma rectangula­r donde en 1571 inició la construcci­ón de la Catedral Metropolit­ana, y con ello la nueva ciudad. Este gran espacio rectangula­r estaba limitado por la calle de las Escalerill­as, la Acequia Real, el Palacio de Moctezuma y el Palacio de Axayácatl, representa­ndo la primera plaza de la Ciudad de México, la cual hoy ya no existe.

Hay registros de que en 1518 la población indígena era de 25 millones de personas y para 1600 esta se redujo a sólo un millón de personas debido, principalm­ente, a la epidemia de viruela traída por los conquistad­ores.

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