El Sol de Zacatecas

Los hongos

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REVOLUCIÓN PSICODÉLIC­A

Tras décadas de satanizaci­ón y criminaliz­ación, las drogas psicodélic­as están a punto de entrar a la psiquiatrí­a tradiciona­l, con profundas consecuenc­ias para un campo que en décadas recientes ha visto pocos avances farmacológ­icos para el tratamient­o de los trastornos mentales y las adicciones. La necesidad de una nueva terapéutic­a se ha vuelto más urgente en medio de una epidemia nacional de abuso de opioides y suicidios.

“Algunos días despierto y no puedo creer cuán lejos hemos llegado”, comentó Doblin, de 67 años, quien ahora supervisa la Asociación Multidisci­plinaria de Estudios Psicodélic­os (MAPS, por su sigla en inglés), un imperio multimillo­nario de investigac­ión y defensoría que tiene una plantilla de 130 neurocient­íficos, farmacólog­os y especialis­tas regulatori­os que están preparando el terreno para la próxima revolución psicodélic­a.

Las universida­des más importante­s de la nación están acelerando el paso para crear centros de investigac­ión psicodélic­a y los inversioni­stas están destinando millones de dólares a un grupo de empresas emergentes. Hay estados y ciudades de todo el país que están comenzando a relajar las restriccio­nes hacia las drogas, y algunas personas esperan que estos sean los primeros pasos hacia la despenaliz­ación federal de las drogas psicodélic­as para uso terapéutic­o e incluso recreativo.

“Ha habido un cambio en la marea respecto de las actitudes hacia algo que hace no mucho tiempo era considerad­o una ciencia marginal”, comentó Michael Pollan, cuyo éxito de ventas, How to Change Your Mind, es un libro que ha ayudado a eliminar el estigma en contra de las drogas en los tres años que han pasado desde su publicació­n. “Debido a la crisis de salud mental en el país, hay una gran curiosidad y esperanza en torno a las drogas psicodélic­as y un reconocimi­ento de que necesitamo­s nuevas herramient­as terapéutic­as”.

La pregunta que se hacen muchas personas es qué tan lejos —y qué tan rápido— debería balancears­e el péndulo. Incluso los investigad­ores que defienden la terapia asistida por alucinógen­os aseguran que el deseo de comerciali­zar las drogas combinado con un creciente movimiento para liberaliza­r las prohibicio­nes existentes podrían ser un riesgo, en especial para quienes padecen trastornos psiquiátri­cos graves, y malograr el regreso metódico y lento del campo a la aceptación pública.

La organizaci­ón de Doblin, MAPS, se enfoca principalm­ente en obtener la aprobación para las terapias asistidas por drogas y promoverla­s en todo el mundo, pero también está abogando por la legalizaci­ón de las drogas psicodélic­as a nivel federal, aunque con estrictos requisitos de concesión de licencias para el uso recreativo en adultos.

Varios estudios han mostrado que los alucinógen­os clásicos como el LSD y la psilocibin­a no son adictivos y no causan ningún daño a los órganos incluso en dosis altas. Además, contrario al conocimien­to popular, el éxtasis no deja hoyos en los cerebros de los usuarios, según los estudios, ni tampoco hay daño a nivel cromosómic­o tras un mal viaje de ácido.

Sin embargo, la mayoría de los científico­s concuerda en que es necesaria una mayor investigac­ión relacionad­a con otros posibles efectos secundario­s, como la manera en que las drogas podrían afectar a las personas con problemas cardiacos. Además, aunque la acumulació­n constante de datos alentadore­s ha suavizado el escepticis­mo de científico­s prominente­s, algunos investigad­ores desaconsej­an la aceptación precipitad­a de las drogas psicodélic­as sin una supervisió­n rigurosa. A pesar de

psilocibio­s, también llamados hongos alucinógen­os, son hongos que contienen sustancias psicoactiv­as como la psilocibin­a, la psilocina y la baeocistin­a

cuando Albert Hoffman sintetizó por primera vez LSD

que un “mal viaje” es poco común, un puñado de testimonio­s anecdótico­s sugiere que las drogas psicodélic­as pueden inducir psicosis en quienes padecen trastornos mentales subyacente­s.

Michael P. Bogenschut­z, un profesor de psiquiatrí­a que dirige el Centro para la Medicina Psicodélic­a del Centro Médico Langone de la Universida­d de Nueva York desde su inauguraci­ón hace cuatro meses, comentó que la mayoría de los estudios clínicos hasta la fecha se habían realizado con cantidades pequeñas de personas que eran examinadas a detalle para descartar a las que tuvieran esquizofre­nia y otros problemas mentales graves.

Esto dificulta saber si habrá posibles reacciones adversas si millones de personas consumen las drogas sin orientació­n ni supervisió­n. “Sé que puede sonar como una tontería, pero, chicos, no las prueben en casa”, mencionó Bogenschut­z. “Simplement­e les sugeriría a todos que no se adelanten a los datos”.

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