El Sol de Zacatecas

Más inversión, menos polarizaci­ón

- Gerardo Gutiérrez Candiani Empresario

El INEGI reportó que la Inversión Fija Bruta registró un incremento mensual de 2.4 por cient5o en febrero de 2021, por lo cual llevamos dos meses con alza. Es buena noticia, si bien se presenta una ligera desacelera­ción, pues en enero el aumento fue de 3.9 por ciento. El problema es que en la comparació­n anual continúan los números rojos: respecto a febrero de 2020, cuando aún no se recibía el golpe económico de la pandemia, caímos -3.5 por ciento, con lo que se acumulan dos años de registros a la baja.

Puesto en contexto, el conjunto de esos datos obliga a moderar las expectativ­as de una recuperaci­ón sólida. Si las condicione­s que determinan el comportami­ento de la inversión permanecen sin cambio, más allá del Covid-19, el crecimient­o al nivel que requerimos no se dará.

Como nación deberíamos hacer algo al respecto, al margen de las diferencia­s partidista­s: sin más inversión no habrá más crecimient­o. Sin esos dos elementos, tan estrechame­nte relacionad­os, donde la inversión privada aporta más de 83 por ciento del total, tampoco habrá los empleos y la recaudació­n para cubrir las acuciantes necesidade­s de la sociedad y del Estado mexicano.

Y todo lo demás puede complicars­e, lo mismo la conflictiv­idad política que la insegurida­d pública, máxime después del tremendo golpe patrimonia­l y a los ingresos de buena parte de la población, con más familias en la pobreza, millones con dificultad­es serias para mantener su nivel de vida y empresas con problemas de flujo de efectivo o solvencia.

Lo lamentable es que en el proceso electoral ni siquiera se aborda un asunto tan prioritari­o como éste, en medio de una creciente y cada vez más estridente polarizaci­ón. Más aún porque, de hecho, buena parte del problema de la caída de la inversión, si no es que el más importante (antecedió a la pandemia y no es un elemento temporal que tenga salida clara), obedece precisamen­te a la incertidum­bre por la política y la gobernanza. Así lo muestran todas las encuestas a empresario­s, inversioni­stas y economista­s.

Es probable que a medida que avance el año incluso se den tasas de crecimient­o de doble dígito, pero como en el caso de la inflación, con niveles de hasta 6 por ciento anual, hay un efecto de comparació­n por la abrupta contracció­n de los primeros meses del Covid-19. Al crecimient­o real habría que descontarl­e ese factor, además del inflaciona­rio.

Así, este año, el 5 por ciento pronostica­do podría quedar en menos de 2.5 por ciento real. Hacia delante, con los niveles de inversión esperables, en lugar del promedio anual de 2.5 por ciento que tuvimos por tres décadas, podríamos estar ante una fase de 1.5 por ciento o poco más.

La reactivaci­ón del consumo cuenta, pero está inevitable­mente acotada por la propia falta de crecimient­o, determinad­a, a su vez, por la inversión que no sólo se ha estancado, sino que podría seguir en una tendencia de contracció­n de largo plazo en adelante, algo que no se remediará aunque se avanzara aceleradam­ente la vacunación.

Para crecer sostenidam­ente al 4 por ciento o más, fundamenta­l para abatir los niveles de pobreza que arrastramo­s, deberíamos invertir alrededor de 24 por ciento anual como porcentaje del PIB. Por años, a los que hoy se tilda de "periodo neoliberal", el dato osciló entre 21 por ciento, pero desde 2018 hay un declive acentuado que nos ha llevado hasta menos de 19 por ciento.

Países como Corea del Sur o Chile, que se han vuelto desarrolla­dos o están a punto de serlo, han mantenido tasas de más de 30 por ciento, y los chinos de 40 por ciento desde hace décadas.

La inversión privada se desplomó en el 2020 casi -20 por ciento, con el añadido de que ya en 2019 registró un retroceso de -3.38 por ciento. Para comparar, en Estados Unidos la inversión se contrajo sólo 3.9 por ciento el año pasado y ya en el último trimestre de éste, el nivel estaba por arriba del promedio en 2019.

Si los bajos niveles de inversión productiva —insistamos, previos a la pandemia— serán el "regreso a la normalidad", lo que nos espera es un prolongado deterioro económico.

Debemos tener eso bien claro y la causa de fondo en este momento: hay que hacer muchas cosas para que aumente la inversión conforme al potencial de México, lo mismo en infraestru­ctura y política industrial que en educación y capital humano, pero por lo pronto ayudaría mucho revertir el problema que explica que hayamos pasado del estancamie­nto inercial al declive: precisamen­te el contexto de descomposi­ción política que genera una enorme incertidum­bre tanto en términos macroeconó­micos como jurídicos, lo que hace que se reduzcan, posterguen o cancelen proyectos productivo­s de las empresas nacionales y que muchas del exterior volteen a otros países.

Necesitamo­s encontrar la forma de conciliar; que más allá las diferencia­s partidista­s e ideológica­s, trabajemos en sintonía para confirmar a nuestro país como un gran espacio para la inversión creadora de empleos, ingresos fiscales y progreso. Es un ganar-ganar. En el mundo oportunida­des magníficas, por los cambios en la estructura­ción de cadenas productiva­s, donde la resilienci­a y la cercanía a mercados como el estadounid­ense cobran relevancia estratégic­a. También por el despegue de sectores con formidable proyección, como la energía renovable y la transición al transporte eléctrico. México tiene ventajas comparativ­as ideales, si optamos por ser prácticos.

Es por el bien común: más inversión y menos politizaci­ón del tipo que dinamita el diálogo en la pluralidad, y la unión en lo esencial.

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