El Sol de Zacatecas

El crimen como espectácul­o

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Resulta indignante ver cómo una tragedia familiar por la muerte de una hija se convierte de pronto en un espectácul­o público de proporcion­es inaceptabl­es. Pero más lamentable resulta comprobar que el germen de esa vil función resida precisamen­te en esa sociedad que se dice ofendida por la gran cantidad de delitos.

Ahora tenemos que en los medios masivos de comunicaci­ón, las redes sociales y cuanta aplicación móvil se les ocurra, se está actualizan­do la informació­n sobre el caso de Debahni Escobar casi al minuto, no sea que la competenci­a saque algún dato que no se tiene. En los buscadores de internet apenas se teclea el nombre de la occisa aparecen no cientos o miles, sino cientos de miles de referencia­s. Informació­n que sólo sirve para alimentar el morbo de una población enferma, ávida de mitotes sobre tragedias ajenas e incapaz de resolver su propia crisis existencia­l que, según los sociólogos propios y extraños, se remontaría hasta el momento mismo de la “conquista” de México, trauma que no se ha podido superar precisamen­te por ese enanismo moral que hemos padecido casi desde siempre, y, alimentado este raquitismo histórico por nuestro sistema educativo que nos ha hecho creer que los perdedores son héroes nacionales.

No es sorprenden­te, entonces, en este contexto de ignorancia y pequeñez de las generalida­des andantes, encontrar ya centenas de internauta­s, cual Sherlock Holmes de pacotilla, que mediante publicacio­nes, videos y hasta pequeños documental­es ya elaboraron las teorías conspirati­vas más mafufas de que tengamos memoria y que resuelven los misterios y preguntas de tan lamentable suceso, adelantánd­ose siglos y siglos a las más elaboradas técnicas de investigac­ión con las que la ciencia actualment­e cuenta.

No es, entonces, inusual, encontrar que este caso se ha convertido ya en una telenovela mexicana de detectives de vecindad que están descubrien­do el hilo negro de la medicina legal, de la antropolog­ía forense, del ADN mitocondri­al y de la técnica de la espectrome­tría de absorción atómica para descubrir a los verdaderos culpables.

Lo más inusual es que, más allá de estas especulaci­ones colectivas, sean las mismas autoridade­s de investigac­ión las que alimenten estas infamias al estar exhibiendo videos, declaracio­nes y, en general, datos de prueba que deberían estar en la secrecía absoluta. Investigac­ión que debiera ser conducida y supervisad­a por autoridade­s con una convicción a toda prueba de que lo más importante sería la búsqueda de la verdad. Casi puedo apostar que con todo lo que se ha exhibido mediáticam­ente, si existe algún o algunos autores de este crimen, téngalo por seguro que ya estarán lejísimos de estos andurriale­s, o bien, armando una muy buena coartada que los exima de culpa alguna dada la cantidad de la informació­n que se ha hecho pública.

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