El Sol de Zacatecas

El trabajo de las científica­s que la historia olvidó

La premiación a mujeres ha sido injusta históricam­ente y persiste hasta nuestros tiempos

- ISABELLE TOURNÉ /AFP

PARÍS. La muerte de la doct ora francesa Marthe G autier, c odescubrid­ora del cr omosoma responsabl­e del síndr ome de Down, pone de n uevo sobre la mesa el debate en t orno al “olv ido” que sufren las mujere s científica­s.

El papel de Gautier solo fue reconocido en la déc ada de 20 10, pese a su trabajo junto a sus colegas masc ulinos, los pr ofesores Jér ôme Leje une y Raymond Turpin. Su apellido, mal ort ografiado, apenas aparecía en segundo plano en las firmas del artículo científico que causó sensación en 1959

Un c omité de étic a científico rehabilitó su nombre en 1994 al reconocer que “el p apel de Jérôme Lejeune (...) fue probableme­nte poco prepondera­nte” en la géne sis del de scubrimien­to.

Su caso recuerda al de la br itánica Rosalind Franklin, química que identific ó la estructura de doble hélice del ADN. El Premio Nobel de Medicina de 1962 fue sin embargo atribuido a tres hombres por ese descubrimi­ento. L a astr ofísica br itánica Jocelyn Bell de scubrió en 1967 el pr imer púlsar. Pero el Premio Nobel se lo llevó su director de te sis, sin que su nombre ap areciera en nin gún lugar.

“EFECTO MATILDA”

Una hist oriadora de la c iencia, Mar garet Rossiter, lle gó a emitir un a te oría sobre esa discr iminación a pr incipios de los años 1990, siguiendo los tr abajos del sociólogo Robert King Merton.

Según Mar garet R ossiter, el osc urecimient­o que sufren los c olaborador­es de grandes per sonalidade­s c ientíficas crece cuando se tr ata de asistente s femeninas.

El “efect o Matilda”, bautiz ado así en homenaje a un a militante feminista, Matilda Joslyn Gage, indaga en ese fenómeno que invisibili­za a las mujeres en la ciencia.

“En el siglo XIX las mujere s en Europa prácticame­nte son e xcluidas del mundo de la ciencia en nombre de su pretendida infer ioridad natural”, e xplicó L ouisPascal Jacquemond, historiado­r especialis­ta en mujeres y c iencia.

Esa situación se prolongó dur ante déc adas en el siglo XX. E s el c aso de la esposa de Albert E instein, la física Mileva Mari. El nombre de Mar ie Curie acostumbra a aparecer siempre junto al de su e sposo.

Fue el c onocido “techo de cr istal” que impidió dur ante lar go tiempo acceder a las mujeres a puestos de decisión o al renombre científico, a pesar de que “las políticas de democratiz­ación de la educación tras la II Guerra Mundial que incrementa­n el n úmero de j óvenes y mujere s en la ciencia”, explica Jacquemond.

Aún en pleno siglo XXI, “las mujere científica­s de alt o nivel siguen siendo considerad­as excepciona­les”, deplora este especialis­ta.

Aún en pleno siglo XXI, “las mujere s científica­s de alt o nivel siguen siendo considerad­as excepciona­les

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En los libr os escolares los nombre s de mujeres no son c itados tan a menudo como se deber ía, se lament a N atalie P igeard-micault, especialis­ta en Historia de la Medicina y mujere s.

“Las mujere s de las r amas c ientíficas (en las e scuelas sec undarias) son muy buenas alumnas, pero no tienen la fibr a, no se les aprende a luchar contra la invisibili­zación, a defenderse cuando alguien se adueña de su tr abajo”, e xplica Ophélie Latil, fundadora de una asociación francesa que organiza talleres en las escuelas de secundaria para cambiar la situac ión.

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