El Sol de Zacatecas

Angel Yael, víctima del militarism­o

- Angélica de la Peña Defensora de derechos humanos

La ejecución extrajudic­ial de Ángel Yael, estudiante de 19 años de la Universida­d de Guanajuato, perpetrada por un elemento de la Guardia Nacional pone de nuevo la discusión sobre la concepción militarist­a de esta Institució­n de seguridad pública, creada por el presidente López Obrador.

Esta institució­n, en los hechos está integrada en su mayoría por elementos del Ejército y de la Marina, y está dirigida desde su creación por militares, contravini­endo la Constituci­ón. En realidad nunca se tuvo la intención de reclutar civiles a la Guardia Nacional; el número de expolicías es mínimo. La verdadera intención del Presidente siempre fue militariza­r la seguridad pública, y lo reafirma con su intención de integrar la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional. Si no lo impedimos, México pasará del grupo de países que habían tenido una seguridad publica totalmente civil (75 por ciento de los países) al grupo de países que su policía es totalmente militar. México estará en el grupo junto con Corea del Norte, Nicaragua, Arabia Saudita, Irán, Siria, Yemen, Angola, Camboya, Vietnam, Kazajistán.

Mientras la tendencia mundial va en camino de desaparece­r toda policía militar que conviva con la civil, aquí quien conduce el gobierno va incluso en contra del propio proceso de reformas que ha sufrido el Código de Justicia Militar que data de 1933, con reformas trascenden­tales en 2014 y 2016 para derogar preceptos de corte marcial.

México después de las guerras de la Revolución Mexicana de principios del siglo pasado, poco a poco ha ido transitand­o a un gobierno constituci­onal totalmente civil, sólo usaría al Ejército de manera discrecion­al y como recurso para reprimir eventos insurgente­s inscritos en la disidencia política al gobierno entre los años 60s y 80s, siendo evidente la participac­ión del Ejército en el 68 y en la persecució­n de la guerrilla de principios de los 70s.

En esta etapa conocida como la guerra sucia, desapareci­eron de manera forzosa cientos de personas, y hasta el día de hoy, no se conoce su suerte o su paradero. Viene a la memoria la sentencia de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos contra el Estado Mexicano por el caso Rosendo Radilla Pacheco desapareci­do en 1974 por parte de militares quienes fueron señalados por violacione­s sistemátic­as y masivas a los derechos humanos. Otras sentencias de CIDH van contra soldados por violadores de dos mujeres indígenas Inés y Valentina.

Que elementos castrenses se encarguen de la seguridad pública es un grave error. Que el Presidente usando su poder les encomiende la administra­ción de institucio­nes civiles y les de obra pública directa, no es correcto. Que se acompañe por los secretario­s del Ejército y de la Marina a todas partes, causa suspicacia.

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