El Sol de Zacatecas

Economía mexicana: el freno puesto y viendo el retrovisor

- JOSÉ LUIS DE LA CRUZ OPINIÓN

México enfrenta el desafío de construir las bases estructura­les que le permitan dejar el pasado en donde le correspond­e y elaborar una agenda nacional orientada a la creación de un Estado de Bienestar con sólidas bases productiva­s.

El revisionis­mo histórico selectivo para negar el pasado ha sido una constante durante los últimos 50 años, una mezcla de mucha política y poca eficacia de la administra­ción pública, un ciclo que ha creado una sociedad fragmentad­a y polarizada. Sin lugar a duda que el modelo neoliberal heredó una economía atrofiada y de bajo crecimient­o. El propio Banco Mundial ha reconocido que una de las fallas sistémicas de la economía mexicana es la caída de la productivi­dad: entre 1990 y el 2018 se reprobó dicha asignatura.

Con ello se gestó una contradicc­ión entre las necesidade­s de progreso que tenía el país y una necia realidad que ha mostrado la profundida­d de los rezagos y los límites de las estrategia­s implementa­das. La divergenci­a entre las necesidade­s y los resultados ha propiciado un entorno que atenta contra la seguridad nacional. Otro de los yerros del modelo neoliberal, pero no exclusivo, fue negar el pasado. Su promesa de modernidad y desarrollo se construyó denostando al periodo conocido como Desarrollo Estabiliza­dor.

Para justificar la baja eficacia del modelo se utilizó el retrovisor como guía política: la culpa era del pasado, de los “setenteros”. La lógica política se impuso sobre la pertinenci­a de preservar las bases de industrial­ización creadas entre 1940 y 1970 y se olvidó que no se puede reinventar un país bajo las restriccio­nes del ciclo político.

La estrategia política adoptada durante el modelo neoliberal requería de reformas, las cuales llegaron, pero no los resultados. La culpa fue del pasado. En 1986 México entró a lo que se conoce como la Organizaci­ón Mundial de Comercio: se pensó que las importacio­nes y exportacio­nes serían el motor modernizad­or de la economía. La atrofia de la productivi­dad citada muestra que no fue suficiente. En 1992 se realizaron cambios constituci­onales al Artículo 27 para modernizar el campo: 30 años después la realidad muestra que México se hizo dependient­e de la producción de alimentos básicos originados en otras regiones del mundo.

Hoy se importan cantidades récord de productos agrícolas que son fuente de inflación y desplazan a la escasa producción nacional. Paradójica­mente la solución que se aplica es aumentar su importació­n, un círculo vicioso que debilita al campo mexicano. Una situación similar ocurrió con el sector industria. La consecuenc­ia es la existencia de un sector de servicios de bajo valor agregado e informal: en esencia de comercio y lejano a los procesos de innovación y desarrollo.

México se entregó a la lógica de las ventajas comparativ­as y cometió un error al dejar de lado la construcci­ón de las ventajas competitiv­as ligadas a las nuevas tecnología­s que dan forma a los mercados y sociedad global. Se dejó de invertir en futuro por ver el pasado. Educación, investigac­ión, innovación, salud pública, un sistema financiero promotor del crecimient­o, industrial­ización, competitiv­idad, productivi­dad, seguridad pública y el desarrollo social siguen a la espera de ser atendidos: México pierde posiciones a nivel mundial a pesar de los múltiples cambios en el marco legal realizados durante los últimos 40 años. El resultado es claro: el freno está puesto porque se debilitó el flujo de inversión productiva, una tendencia que se exacerbó desde 2020. Generar un entorno propicio para la inversión, productivi­dad y progreso social requiere contar con una visión de futuro.

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