EN EL BAJÍO
de nacimiento, arribó hace 25 años a México, su primera escala fue en la capital del país, y dos años después se mudó a Aguascalientes para trabajar en la planta de Nissan.
Los primeros años sintió el choque cultural: no hablaba español, y aunque pensó que el inglés sería una buena herramienta para comunicarse, pronto se percató de que muchos mexicanos no dominan esta lengua; se topó con una comida tradicional muy distinta, en la que predominan los sabores picantes; un ritmo de vida más cansino y una población que no está acostumbrada a la puntualidad; una relación muy distinta entre las personas, donde el contacto físico es una muestra de fraternidad.
Pero de a poco, Eiichi se fue adaptando a los usos y costumbres, siendo su principal apoyo su esposa mexicana: al día de hoy puede conversar fluidamente en español; disfruta de comer gorditas y tacos; a desarrollado una tolerancia a la informalidad de los aguascalentenses que casi nunca llegan punque no han fructificado, como enseñanza de idioma japonés a taxistas, con el objetivo de que pudieran entablar conversaciones básicas con nipones que llegan de visita, pero la alta rotación en el gremio lo ha hecho inviable; Eiichi Yamabe considera que ayudaría más que estos esfuerzos se canalicen a trabajadores de primeros auxilios, como paramédicos y policías, pues se han dado casos de emergencias en los cuales los japoneses se enfrentan a la barrera del idioma para comunicar su situación.
La vida de la comunidad japonesa en Aguascalientes ha florecido, si bien no hay un barrio nipón, sí hay japoneses o descendientes en actividades artísticas, impartiendo clases, y hay quienes han probado suerte como empresarios, por supuesto, algunos de ellos han incursionado en la tradicional comida oriental.