Allen Ginsberg escribió en su poema Aullido “he visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos, famélicos, muertos de hambre, arrastrándose por las calles, al amanecer buscando una dosis furiosa”; y es pertinente cuando recuerdo a unos amigos de la colonia Progreso Nacional, buenos estudiantes con futuros prometedores, pero que se consumieron en las adicciones y la violencia generada por ellas. La pregunta obligada es, ¿qué hubiera pasado con ellos, si hubieran tenido la información adecuada, el acompañamiento y la comprensión, en vez del juicio lapidatorio y la exclusión?