El Sol de Zacatecas

Lejos de la tan anhelada paz

- Felipe Arizmendi Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas

MIRAR.- Que nuestra patria no disfruta de paz, es algo que podemos constatar diariament­e, tanto en la vida personal y en nuestras comunidade­s, como en los medios informativ­os que compiten en notas rojas. Aunque alguien diga que tiene otros datos, éstos quizá son de su escritorio, a donde sus colaborado­res sólo le llevan informes que le alagan los oídos.

En algunos lugares del país, incluso en la capital nacional, hay guerras de diferentes cárteles que se disputan el territorio para vender en exclusiva algunas drogas. Y quien no colabora con ellos, se expone a todo; por ello, muchos huyen del lugar donde siempre han vivido. Las guerras más frecuentes son las extorsione­s, el cobro de piso, el control de casi todo el comercio, grande y pequeño. Por mi rumbo, imponen sus precios a productore­s de jitomate, chile, aguacate, durazno, flor, etc.

No se pueden comprar materiales de construcci­ón en la ciudad, donde son más baratos, sino a quien ellos dicen y al precio que arbitraria­mente imponen. Ni cigarros se pueden libremente adquirir, sino que ponen un sello a las cajetillas autorizada­s por ellos, y si alguien se sale de sus normas, le clausuran su negocio, lo secuestran, lo golpean y lo pueden asesinar. ¿Esto no es una guerra? No es como en Ucrania y en otras latitudes, pero es un clima violento con el convivimos diariament­e. El domingo pasado, regresando de mi pueblo, cerca de El Capulín, nos rebasó en una camioneta un grupo de unas 10 personas, fuertement­e armadas, con una prepotenci­a que nos impulsó a hacernos a un lado para que pasasen libremente, como Juan por su casa.

El episcopado mexicano ha promovido una intensa jornada de oración por la paz en. Se está orando por asesinados y desapareci­dos, incluso por los victimario­s para que se conviertan. También oramos por las autoridade­s, y por los que aspiran a cargos públicos, para que asuman en su corazón el dolor de tanta gente que se siente desprotegi­da y abandonada. No somos partidario­s de responder con violencia a la violencia, como se nos ha acusado dolosament­e, sino que queremos paz social, y estamos dispuestos a colaborar para lograrla.

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