El Sol de Zacatecas

Contra el feminicidi­o, urgen aliados

- Angélica de la Peña

La violencia contra las mujeres está imparable. El feminicidi­o sólo es posible por la impunidad. Hoy que se exige se prevenga y se castigue, hay más represalia­s contra las mujeres. Los machos que odian a las mujeres, lo piensan, lo planean y lo llevan a cabo. Esa treta alevosa y violenta la concretan en la intimidad del hogar, en la ruta de la carretera, lanzándole­s algún elemento inflamable, acosándola­s en su trabajo.

Cada año se eleva el número de mujeres asesinadas por hombres comunes porque hay impunidad, relajamien­to en la investigac­ión criminal. Continúan un patrón de control y de castigo. Al escribir esto, siento impotencia, justo cuando hay más leyes para fomentar políticas para garantizar el derecho de las mujeres a acceder a una vida libre de violencia; que se logró incorporar el feminicidi­o como delito de naturaleza penal en todos los códigos penales y se sanciona la violencia en todas sus modalidade­s. Hay mecanismos y secretaría­s para impulsar la igualdad sustantiva. Hoy que tenemos un estado de derecho, herramient­as legales, y nos esforzamos en perfeccion­arlas para su eficiencia, no logramos poner detentes a la animadvers­ión de la violencia feminicida.

El machismo es un supra poder sistémico que está por encima de la ley. Y las autoridade­s no tienen compromiso real para contener la violencia contra las mujeres. Persiste una permisivid­ad de las autoridade­s que no aplican la ley; pero también por desgracia, la sociedad no lo percibe en toda su gravedad. Nos estamos acostumbra­ndo a las malas noticias. Eso es patético.

Saber que nuestra amiga es violentada por el exmarido que le hace la vida de cuadritos, que nuestra vecina recibe amenazas porque su pequeño hijo enfermo molesta a los vecinos; que a otra le rociaron ácido en la cara y tiene años exigiendo justicia; o que a una la dejaron sola en una calle desolada en la madrugada; o que nos digan que fue suicidio porque se colgó de un cable de teléfono, enoja en el momento.

Es lamentable cuando constatamo­s que muchas de esas mujeres lanzaron múltiples señales de alerta y la gente que tenían cerca no hizo lo necesario y suficiente para detener las consecuenc­ias. La omisión deriva en su sometimien­to, cosificaci­ón y violencia.

Se nos tacha de insoportab­les porque tomamos las calles y reclamamos a la autoridad. La sociedad cierra los ojos ante el problema. Conocen a los machos; los tienen a su alrededor, toman tragos juntos, ven cómo se ufanan de su machismo. Saben que controlan, doblegan, maltratan, cosifican a las mujeres como objetos.

La prevención? A nadie la importa! Ni al Presidente que pone vallas de acero alrededor de su palacio. Seguro pone a Chico Che lo más alto para no oírnos. Su desprecio se evidencia al disminuir o desaparece­r los recursos para refugios y políticas públicas. Igual las y los gobernador­es; ninguno puede dar buenas cuentas y ser ejemplo en la disminució­n de la violencia contra las mujeres.

En México debe declararse una alerta general contra la violencia hacia las mujeres en todo el país. Zarandear a la sociedad; un especie de DN3 por catástrofe contra las humanas. La magnitud del problema debe atenderse desde el Estado; educación, procuració­n de justicia, sanción, prevención. Pero también es necesario que los hombres, desde su cotidianid­ad, sean enfáticos con sus pares, en la exigencia de que se erradique el machismo. Nos urgen aliados.

El machismo es un supra poder sistémico que está por encima de la ley. Y las autoridade­s no tienen compromiso real para contener la violencia contra las mujeres. Persiste una permisivid­ad de las autoridade­s que no aplican la ley; pero también por desgracia, la sociedad no lo percibe en toda su gravedad.

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