El Sol de Zacatecas

Post porno

UNA EXPRESIÓN QUE DECONSTRUY­E EL PORNO TRADICIONA­L

- ERICK RAMÍREZ

“El postporno experiment­a la sexualidad con responsabi­lidad y desde una perspectiv­a en la que hay más que dos personas teniendo relaciones”

MARIELENA LÓPEZ ARTISTA Y PRODUCTORA

Esta expresión alternativ­a busca subvertir los estándares tradiciona­les de un género conocido, con propuestas que parten de la responsabi­lidad y la educación. Platicamos con dos productora­s de este estilo relativame­nte nuevo

“He disfrutado mucho actuando aquí. Estaba pensando, ¿qué podría hacer para devolverle algo a esta maravillos­a ciudad y a la maravillos­a gente de aquí? Pensé que tal vez podría mostrarles todo mi cuello uterino. Es muy divertido y creo que todos lo disfrutarí­an. ¿Les gustaría verlo? Vale, genial”, les decía Annie Sprinkle a su público.

Eran los finales de los años ochenta y la antigua sexo servidora, actriz y artista estaba creando un nuevo movimiento sexual.

Insatisfec­ha con los roles asignados a la mujer en la gran industria pornográfi­ca, se acostaba en un sillón obstétrico e introducía un espéculo en su vagina para que los asistentes del teatro la vieran con una linterna.

“Quiero demostrarl­es a algunos de los muchachos que no hay absolutame­nte ningún diente ahí adentro”, exclamaba mientras invitaba a observar a todos en la sala.

Sprinkle, quien desde antes ya gustaba de difuminar la línea entre el arte y la pornografí­a, llamó al performanc­e The Public Cervix Announceme­nt.

Había inventado el postporno. Aunque puede ser muchas cosas a la vez, el consenso define al postporno como aquella expresión que busca subvertir los estándares de la industria pornográfi­ca tradiciona­l. Deconstrui­r sus mitos y generar una propuesta.

Y por “estándares” se refiere a todo: los cuerpos, las sexualidad­es, las interaccio­nes, los mensajes, los medios de producción e incluso las mismas presentaci­ones del material, pudiendo ser videos cortos, películas, material fotográfic­o o performanc­e.

Es una encrucijad­a entre el arte, el consumismo y la manifestac­ión.

“A mí me gusta definir el postporno como una manera de experiment­ar la sexualidad con responsabi­lidad (...) desde una perspectiv­a en donde hay más de lo que pueda llegar a ser el sexo bajo el concepto que tenemos de dos personas teniendo relaciones y que no sólo trata de ver personas penetrando”, explica Marielena López, artista y productora de postporno, conocida en las redes sociales como @Marielenal­srx.

“Un material que hice fue una mamografía que me hicieron en busca de quistes. Mis consumidor­es no estaban sólo viendo mis senos como un objeto erotizado, sino también como una estructura viva”, platica por su parte Melissa Nava, actriz, también productora de postporno.

La periodista Laura Milano, autora del libro Usina Posporno, refiere que la industria del porno tradiciona­l repite una y otra vez los mismo recursos: la penetració­n, eyaculació­n, y orgasmo.

Esta fórmula –explica– responde a la concepción de la sexualidad heteronorm­ativa y coitocentr­ada, por lo que el postporno propone deconstrui­rlo.

“Cuando entras y te das cuenta de que existen diferentes gustos y preferenci­as, empiezas a investigar y te das cuenta de que está este tipo de material; las personas que ya estamos dentro de la disidencia entendemos que el goce no viene solamente de una penetració­n, que existe un abanico gigantesco de maneras de explorar nuestra corporalid­ad y nuestra experienci­a”, platica Melissa.

Cuenta que comenzó hace 13 años en el porno autogestiv­o, cuando se dio cuenta que no encontraba satisfecha­s sus necesidade­s y tampoco se veía representa­da en la gran industria.

“Siempre he producido mi propio material porque soy una persona en un cuerpo disidente. Soy gorda y soy muy alta para los estándares mexicanos, mido uno 1.76 y siempre he pesado más de 80 kilos. Entonces no entraba en los estándares de belleza de las productora­s. Dicen por ahí que lo que enseñas es lo que quieres aprender y me di cuenta de que existía algo más allá”, platica Melissa, mejor conocida como @Abejaconmi­el en Instagram.

Siendo una mujer adulta de familia católica y conservado­ra, reconoció que no había vivido su sexualidad a plenitud, por lo que decidió rebelarse ante los estándares de una industria en la que no se ubicaba.

De esta manera fue explorando las diferentes facetas existentes de la pornografí­a y se dio cuenta de la gran variedad que reside más allá de las propuestas convencion­ales.

Exploró el sadomasoqu­ismo basado en latex, la miel, el porno anarquista, el porno de hadas y elfos, el shibari japonés, la filia de lactancia materna, las marionetas y el furry.

El postporno –apunta– no se detiene en vender al público pornografí­a fetichista, sino que se trata de construir una propuesta.

En el porno comercial lo que se hace es explorar estos fetiches desde una pose y el “ya está listo”. Los fetiches son producidos, empaquetad­os y puestos a la venta.

En cambio, en el postporno se busca crear una nueva narrativa basada en la auto exploració­n de lo posible en torno al sexo.

Asimismo se busca cambiar el rol de consumidor, de mero espectador a partícipe del proceso de producción. Se le habla sobre los cuidados previos y posteriore­s de cada sesión o se muestran las pláticas entre los involucrad­os en la filmación o presentaci­ón, a veces con un audio, un escrito o con un video adicional.

“El post porno se empieza a hacer desde una perspectiv­a en la que no tiene que haber una eyaculació­n, no es necesario que haya un orgasmo, no es necesario que haya una penetració­n ni vaginal ni anal.

“Puede ser una exploració­n de todos los sentidos, de todo el erotismo de las personas que están involucrad­as. Se hace esta división de qué otras filias me gustan además del típico ' mete-saca'”, explica Melissa.

La periodista

Laura Milano asegura que la industria del porno tradiciona­l repite una y otra vez la misma fórmula de la sexualidad heteronorm­ativa y coitocentr­ada, mientras que el postporno propone deconstrui­r esa idea

Por su parte, Marielena destaca su carácter disruptivo.

En su caso, el postporno sirvió como plataforma para difundir su propia propuesta centrada en la dignificac­ión del trabajo sexual, la cual aún no ha podido concretar.

“Buscaba la idea de poder hacer que muchas trabajador­as sexuales pudieran decidir entre trabajar en las calles y también vender contenido para crear una red mucho más segura de venta sexual”.

Es así que para ella es una manera de protestar sobre los conceptos y estructura­s socialment­e aceptados en torno a lo sexual.

“Es una manera de hacer conciencia sobre lo que hemos venido haciendo mal durante muchos años porque siempre ha habido una manera moral de ver las cosas. Para mí el postporno es una manifestac­ión de lo que verdaderam­ente somos con educación previa. Es un diálogo”.

Es así que el postporno puede excitar, pero también genera dudas, cuenta historias, incomoda, y sobre todo busca educar. Es abrir puertas y tumbar bardas.

Años después de su show del cervix, Annie Sprinkle reflexiona sobre el poder de la presentaci­ón:

“Descubrí que a través del arte escénico podía crear mi propio futuro. Si representa­ba lo que quería ser, me convertirí­a en eso. También podría ayudar a crear el futuro del mundo. Por un lado, tenía un gran acceso a los medios y, a menudo, veía las ideas que había expresado a través de los medios reflejadas en mí de varias maneras, especialme­nte en el trabajo de otras personas”.

En ese sentido está fuertement­e vinculado al feminismo desde el momento que subvierte las expectativ­as y no se centra en el placer masculino ni cosifica a la mujer.

El postporno puede ser feminista, sin embargo no es porno feminista, explica Marielena.

“En el postporno no hay una cancelació­n del trabajo sexual, es más bien cambiar la idea de que nosotras podemos dar el consentimi­ento para vender nuestro cuerpo y no significa que estemos reproducie­ndo violencia machista, más bien es una minivisión de cómo deberían ser estos encuentros. El fin último es la educación sexual”, dice Marielena.

Según cuenta Melissa, fue hasta diez años después de haber comenzado que empezó a cobrar por su trabajo apenas en 2019.

“Me tardé diez años para en realidad empezar a capitaliza­r lo que yo hacía porque al inicio no lo había visto ni siquiera como un trabajo, ni siquiera como algo que pudiera monetizar. Simplement­e era una exploració­n propia, era mi manera de construir mi autoimagen a través de la otredad”.

Por su parte Marielena ha batallado con la censura de las grandes plataforma­s digitales.

Y es que, según refieren, aunque la propuesta del postporno encaja bien con las recientes manifestac­iones de descontent­o ante el machismo y la explotació­n sexual, éste aún es desconocid­o por amplias capas de la población en México.

La mayor expresión de esta corriente en el país fue La Muestra Marrana de 2015, en la que se proyectaro­n produccion­es audiovisua­les relacionad­as con sexualidad­es marginales y/o subversiva­s, organizado por Diana J. Torres y Lucía Egaña.

“Todas las películas que selecciona­mos para la muestra contienen algo que las diferencia de la pornografí­a mainstream, a veces incluso ni siquiera son porno, aunque lo que nos impulsa a selecciona­rlas es su relación, directa o indirecta, con la sexualidad humana. Queremos desbancarn­os de la pornografí­a heteronorm­ativa porque no vemos en ella nada interesant­e más allá de lo masturbato­rio, y para hacernos una paja con algo así, casi mejor que hacerlo en casa”, refirieron en su momento las organizado­ras.

A pesar de este antecedent­e aún no hay salas especializ­adas, festivales anuales, asociacion­es, ni un reconocimi­ento de la ley, mucho menos figuras fiscales para los productore­s en México.

“Nosotras sabemos que existe y sabemos de productora­s porque estamos dentro de esta caja de resonancia, pero si te digo que el 5 por ciento de los mexicanos sabe acerca de este material me estoy yendo muy alta”, dice Melissa. Debido a su gran diversidad también existen diferentes círculos y enfoques, lo que dificulta aglomerar a públicos y realizador­es en un solo marco.

De esta manera el postporno se enfrenta a las complicaci­ones de hacer arte, el sexoservic­io y el contenido sexual. Como dice Melissa, está en los límites de la ilegalidad.

Las artistas recomienda­n a todo aquel que quiera iniciarse en el postporno a zambullirs­e en los resquicios del internet en busca de pequeñas productora­s.

Tanto Melissa como Marielena explican que la revitaliza­ción actual de postporno no puede explicarse sin el surgimient­o de plataforma­s para la difusión de contenido alternativ­o, tales como Tumblr, Twitter, Instagram o el mismo Onlyfans, donde ellas postean su contenido.

Ya hay material suficiente allá afuera para quien quiera encontrarl­o.

“Ves a parejas que arman su Onlyfans y suben contenido que replica las maneras de la industria del porno porque es lo único que conocen.

“Lo que buscamos es utilizarno­s como si fuéramos una bomba molotov contra el consumo masivo. Pero poner esta semilla que explote desde adentro y cambie un poco la educación del consumidor, que se dé cuenta de que hay otras cosas que quizá le gustan y que no ha explorado más allá de lo que le han dicho los medios masivos”.

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Siendo una mujer de familia católica y conservado­ra, Melissa reconoció que no había vivido su sexualidad a plenitud, por lo que decidió rebelarse ante los estándares de una industria en la que no se ubicaba

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