El Sol de Zacatecas

Volver al futuro

- Ggalarzamx@hotmail.com

El escribidor sabe que, en un sistema democrátic­o, los partidos políticos pueden elegir a sus candidatos a puestos elección popular mediante el método que mejor les convenga, mientras se apegue a la legislació­n vigente.

Ahora bien, el engaño, la simulación, la manipulaci­ón, la opacidad y algunas otras prácticas que lindan con la corrupción no están dentro de las normas legales, por lo que no es posible sancionarl­as como delitos.

No es un fenómeno nuevo en México. Proviene del priato, en el que los candidatos presidenci­ales y a las gubernatur­as del partido del gobierno fueron postulados mediante el dedazo del Presidente de la República, y de los gobernador­es en los casos de candidatos a alcaldes o diputados locales.

Que el viejo PRI tenía derecho a utilizar el dedazo como método de selección fue cierto y no hubo nunca una violación a la legalidad, mucho menos cuando en ese tiempo las normas electorale­s eran muy laxas. Lo absolutame­nte inmoral y deshonesto era que se afirmara que aquellos candidatos fueron designados por la voluntad de los militantes priistas, quienes en realidad simplement­e se plegaban, con gran entusiasmo por cierto, a la voluntad presidenci­al o de los gobernador­es. A ese entusiasmo se le llamaba “la cargada”.

Hoy, después de casi 28 años del último dedazo priista (la designació­n de Ernesto Zedillo como candidato sustituto de Luis Donaldo Colosio), el nuevo partido oficial, Morena, utiliza el eufemismo de “encuesta” para designar a sus candidatos a gobernador­es y así lo hará con su próximo candidato presidenci­al.

No es ningún secreto que la única opinión que cuenta en esas encuestas es la del Presidente de la República. Lo saben los propios aspirantes, -tres llamados “corcholata­s” por el propio Presidente y uno que lo intenta por la libre-, a esa postulació­n. Una de las tres “corcholata­s” (Marcelo Ebrard) ha pedido “piso parejo” y el cuarto (Ricardo Monreal) ha declarado que no acepta una encuesta como método de designació­n. Tanto Ebrard como Monreal fueron destacados priistas que conocen muy bien el método del dedazo y el destape.

No hay ni habrá sorpresa. El presidente López Obrador se decidirá por quien crea que le garantiza la continuida­d de su gobierno, por alguien que supone subordinad­o, que en este momento sería subordinad­a.

El “corcholata­zo” de Delfina Gómez como candidata de Morena a la gubernatur­a del Estado de México es la ruta que seguirá el destape presidenci­al de Morena en 2024. Se anunciará una encuesta en la que la sólo habrá una opinión que será encuestada y se anunciará quien ganó. Los otros “participan­tes”, como ocurrió en el Estado de México, se sumarán al “resultado” para tratar –como ocurría durante el priato- de mantenerse en la estructura gubernamen­tal o, cuando menos, evitar que “la justicia” vaya sobre en el siguiente sexenio como ejemplos del combate a la corrupción.

La simulación es tal que la todavía secretaria de Educación Pública, -que de acuerdo con las autoridade­s electorale­s federales obligaba a los empleados del ayuntamien­to de Texcoco a ceder el 10 por ciento de su salario para apoyar a su partido y a su dirigente Andrés Manuel López Obrador- será nombrada algo así como “coordinado­ra de los comités de defensa de la Cuarta Transforma­ción en el Estado de México” para hacer una precampaña electoral fuera de la ley.

Es cierto, la inmoralida­d, la simulación, el engaño y la manipulaci­ón no son delitos electorale­s, pero muestran a quienes la practican como lo que son: corruptos auténticos, de lo que existían en el pasado, están presentes y volverán en el futuro.

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