El Sol de Zacatecas

GUERREROS DIMINUTOS

- DIEGO TORIJA

Cuando era niña, la venezolana Enma Pescador solía sentarse a contemplar los colibríes con su abuela, pero ahora recibe a cientos de estas aves en su jardín en Caracas, en lo que muchos consideran una especie de edén para estas aves.

La mujer ha visto al menos 26 de las 35 especies que se han identifica­do en Caracas y sus adyacencia­s desde que comenzó a instalar bebederos hace unos 10 años, gracias a aquellas tardes tan inspirador­as que pasaba con su abuela.

A su jardín suelen llegar bandadas de colibríes que se desplazan a una velocidad de entre 50 y 120 kilómetros por hora. Las aves se apoderan del espacio y normalment­e llegan tantos colibríes que el zumbido que emiten al aletear se escucha nítido.

Los bebederos, que se encuentran en el jardín de Enma, se llenan de aves y aleteos de animales color azul, violeta, verde y naranja ya que sus tonalidade­s varían según la luz que reciben.

De acuerdo con la agencia AFP, estas aves tienden a ser territoria­les y sus desafiante­s movimiento­s los asemejan a diminutos aviones caza, ya que suelen tener feroces peleas entre ellos, pero conforme se acerca la noche se concentran más en alimentars­e.

Al menos en Venezuela, han sido cien las especies que han sido documentad­as de acuerdo con Alberto Blanco Dávila, un naturalist­a de los jardines ecológicos Topotepuy, lugar donde se estudia el comportami­ento de los colibríes y los reciben en bebederos.

Enma, se inició en la fotografía con una cámara de su hijo y ha logrado captar momentos tan íntimos de estas aves como el de una madre alimentand­o a su cría, y todos esos momentos los comparte en su cuenta de Instagram, que tiene alrededor de 12 mil seguidores.

Para darles de beber a los colibríes, en promedio destina unos 3 kilos de azúcar por día, los cuales mezcla con agua y los deposita en los bebederos. De un kilo obtiene cinco litros de néctar y en los meses de migracione­s, que van de mayo a julio, esta cantidad se duplica.

Enma Pescador es una ama de casa que se dedicó al jardín cuando sus hijos emigraron, y ha rechazado su oferta de llevarla fuera de Venezuela.

“Esto no lo tendré en ningún otro lugar”, comentó.

Para evitar la proliferac­ión de hongos nocivos, mantiene limpios los bebederos, además de ser cuidadosa al preparar el néctar para las aves, cabe destacar que los colibríes necesitan tomar tanto como puedan sobre todo en la tarde, ya que es el momento de mayor frenesí.

Blanco Dávila detalló que cuentan con un metabolism­o 77 veces superior al de un humano promedio, y que aunque gastan

LOS COLIBRÍES tienden a ser territoria­les y sus desafiante­s movimiento­s los asemejan a diminutos aviones caza, ya que suelen tener feroces peleas tanta energía durante el día, por la noche entran en un estado de sueño profundo o entorpecim­iento, semejante a una hibernació­n de muy corta duración.

un metabolism­o 77 veces superior al de los humanos

CAOS VS. NATURALEZA

Tomás Fernández, un chef de 55 años que recibe unos 20 ejemplares por día de cuatro especies distintas, describe a Caracas como la ciudad de los colibríes.

Blanco Dávila confirmó que Caracas es una de las ciudades más biodiversa­s del mundo, sin importar el caos y el ruido. En Topotepuy, un jardín privado que cuenta con 554 hectáreas, conserva la última isla de bosque nublado al sureste de Caracas y han documentad­o a 22 especies.

Fernández destacó que con los años se ha vuelto un conocedor de estas aves.

Todo alrededor de él, amigo de Pescador y también dedicado a la fotografía de naturaleza, refleja su conexión con los colibríes: fotos y esculturas de madera de bambú hechas por él están regadas por todo su departamen­to.

Su relación con los tucusitos, como se conocen en Venezuela, comenzó en 2009 luego de renunciar a su trabajo como chef principal en un lujoso hotel.

Empezó en el jardín de su mamá, adonde llegaban por centenares, y luego recreó en su apartament­o un pequeño hábitat con ramas secas.

“Un colibrí puede visitar en el bosque normal entre mil y dos mil flores diarias para alimentars­e”, apuntó Blanco Dávila, quien considera que los bebederos representa­n solo un complement­o más a una dieta que incluye ciertos insectos.

“No se está perturband­o o no se está cortando su función de polinizado­res, ellos siguen polinizand­o”, aseguró.

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FOTOS: MARGARITO PÉREZ En Venezuela son cien las especies que han sido documentad­as de acuerdo con el naturalist­a Alberto Blanco Dávila
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