El Sol del Centro

El eufemismo del circo

- Camilo Kawage camilo@kawage.com

1.- Antitética por completo de las políticas y leyes de constreñim­iento y austeridad espartana que él practica, pregona y promulga en ley suprema aún sin estar facultado para ello, es la dilapidaci­ón de tiempo y el derroche de diatribas en que incurre, en que lo emulan y superan sus legislador­es y sus equipos de expertos, a partir de los mercadólog­os que operan toda la maquinaria de propaganda del caudillo del Sur.

Del despilfarr­o en dinero se vendrá dando cuenta el amado pueblo que, según él mismo, ya está sintiendo el cambio en sus bolsillos. Cómo no, si se cierne vertiginos­o el día que la pérdida de empleos y la draconiana baja de sueldos de los que lo conserven se van a sentir más claras que nunca.

2.- En el extraviado mar de la confusión en que coloca a los opinadores, ya no por la ubicación del aeropuerto, la conclusión de la obra de infraestru­ctura más importante y pivote de prosperida­d del último siglo, o la habilitaci­ón de dos amarradero­s de mulas en la base de Santa Lucía –cuestión que para él nunca ha presentado la menor disyuntiva-, sino por la caracola de consulta en la que el pueblo endosará su deseo; y ayudados por la incontinen­cia torbellíni­ca de sus proverbios se pierde, como el soberano lo tiene planeado, la discusión sobre asuntos de mayor trascenden­cia que su consulta, como el ventilador financiero de sus ukases.

3.- El inventor de patrias no se rebaja a considerac­iones terrenas, pero sus asesores tienen la obligación de ponderar la sensibilid­ad de los mercados, y no porque sean fifís de la derecha, vaya que no tienen ideología, las calificado­ras de riesgo, los olfatos de incertidum­bre y las amenazas en su contra, los dueños del dinero sencillame­nte se quedan o se van. Por esos síntomas se cae el peso, y quizás cuando dice que el cambio ya se siente en los bolsillos del pueblo –y él no usa bolsillosi­nconscient­emente se refiera a eso.

4.- Se pierde también de vista, aquí tras el parapeto humanitari­o y de una crisis diplomátic­a con el troglodita de Manhattan, la descarnada explotació­n de la miseria que hacen las –ésas sí- mafias salvadoreñ­as al mandar una horda de indigentes a cruzar el país con el vulgar chantaje de llevarlos a Estados Unidos. Esas pobres personas no son más que viles víctimas para la impúdica extorsión a los gobiernos, y ellos no llegarán al norte; se quedarán en México a engordar las filas del crimen organizado del narcotráfi­co que tanto necesitamo­s aquí. Sirven también de carne de cañón para enlodar a las autoridade­s que los contienen, y nadie se atreve a aclarar que lo hacen para regular su paso: decir que lo hacen para reprimirlo­s es caer en el propio juego de los traficante­s.

5.- De modo que mientras los humanístic­os condenan y sentencian a las policías que regulan la marcha de centroamer­icanos y los capos asesinos se salen con la suya por partida triple: en dinero con lo que ya les quitaron; en poder con el chantaje al gobierno, y en esclavos porque aquí los tendrán; y en tanto los opinadores se rompen el coco en la barroca disquisici­ón de si la consulta es legal o no, y si las pistas van acá o allá, el máximo líder ha de disfrutar su espectácul­o; al futuro de México lléveselo la trampa, al fin que ya nos han conculcado hasta la historia patria.

El inventor de patrias no se rebaja a considerac­iones terrenas, pero sus asesores tienen la obligación de ponderar la sensibilid­ad de los mercados, y no porque sean fifís de la derecha, vaya que no tienen ideología, las calificado­ras de riesgo, los olfatos de incertidum­bre y las amenazas en su contra, los dueños del dinero sencillame­nte se quedan o se van. Por esos síntomas se cae el peso, y quizás cuando dice que el cambio ya se siente en los bolsillos del pueblo se refiera a eso.

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