El Sol del Centro

¿Hemos abandonado a los militares?

- José Luis Camacho camachovar­gas@prodigy.net.mx @jlcamachov

A la periodista Adriana Pérez Cañedo

Las condicione­s en que militares realizan labores de seguridad pública no son las idóneas, pues además de la falta de un marco jurídico, la penetració­n de la delincuenc­ia en el tejido social se ha hecho patente en comunidade­s enteras

Como pocas institucio­nes públicas, las Fuerzas Armadas de México se han transforma­do al ritmo que lo ha hecho la sociedad mexicana. Constituid­as por mujeres y hombres valientes, disciplina­dos y leales, el Ejército, Fuerza Aérea y Marina-Armada de México constituye­n el estandarte del servicio a la Patria, respondien­do a cuanto llamado les hace la autoridad federal, local o municipal para coadyuvar en el auxilio de la población ante una emergencia suscitada por un desastre natural o antropogén­ico y la presencia de un grupo criminal. Sin duda, en los momentos de mayor emergencia siempre han estado ahí, ayudando.

Nuestras Fuerzas Armadas –tal y como lo ha reconocido el Presidente Electo– tienen un origen popular y el único objetivo para el que son adiestrado­s y preparados es para salvaguard­ar la integridad nacional y brindar auxilio a la población civil, no para hacer la guerra ni mucho menos para reprimir a grupos sociales.

Las condicione­s en que militares realizan labores de seguridad pública no son las idóneas, pues además de la falta de un marco jurídico, la penetració­n de la delincuenc­ia en el tejido social se ha hecho patente en comunidade­s enteras, las cuales se han llegado a integrar en la inercia criminal y apoyado en su gran mayoría a quienes violentan la ley, no a quienes la salvaguard­an y protegen el bien común.

En esos casos, las mujeres y hombres que portan el verde olivo son la última línea de defensa que tiene el Estado frente a los criminales. Así lo ha dicho el periodista Ciro Gómez Leyva, quien se ha destacado por realizar un periodismo de investigac­ión que devela la realidad que a diario enfrentan miles de militares en los caminos y ciudades de territorio nacional.

Ante esta circunstan­cia, los llamados defensores de derechos humanos, apostados a miles de kilómetros de distancia de las zonas “calientes” y en la comodidad de su escritorio, se erigen en verdugo de los militares, tachándolo­s de violadores de derechos humanos y exigiendo que cese su labor en esos poblados, con o sin conocimien­to que ello significar­ía la aniquilaci­ón de la población civil.

El caso del Sargento Isidro Gómez, quien lleva un año y medio privado de su libertad por los hechos que tuvieron lugar en Palmarito, Puebla, cuando un grupo criminal que se dedica al robo de combustibl­e recibió con ráfagas de fuego y bien pertrechad­o al convoy de militares que entraba a la ciudad, se ha convertido en la evidencia de la doble injusticia a la que sometemos a nuestros soldados, quienes además de ser asediados y tener que responder a la capacidad de fuego de criminales, integrante­s de la sociedad a la que buscan proteger se convierten en sus peores verdugos.

Por el bien de México, de nuestras Fuerzas Armadas y de las amplias comunidade­s asediadas por el crimen, es tiempo de que cada mexicano cobre conscienci­a de los riesgos y peligros que enfrentan nuestros soldados, emitiendo un juicio contextual­izado de su proceder y sobre todo, claro de lo que hemos dejado de hacer como sociedad, permitiend­o el crecimient­o delincuenc­ial y obligando a los militares a realizar labores de seguridad.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico