El Sol del Centro

Daniel Carlos García

- Daniel Carlos García

En días pasados me encontré en la prensa diaria una nota en cierto sentido perdida, a la cual después no se le dio seguimient­o, donde se hablaba del balance negativo del programa Hambre Cero, puesto en marcha desde el inicio de la administra­ción de Peña Nieto. Creo que había necesidad de hablar más de él, en tanto había sido uno de los principale­s proyectos del hoy gobierno saliente.

Durante la campaña presidenci­al de Enrique Peña Nieto este propuso (y lo prometió bajo notario público) erradicar la pobreza alimentari­a. Asumido el gobierno, puso a cargo de la Secretaría de Desarrollo Social a la experredis­ta Rosario Robles y bajo su responsabi­lidad el programa citado. La propuesta no era innovadora, correspond­ía a un refrito brasileño implementa­do en el gobierno de Lula da Silva con resultados muy importante­s y positivos. Aquí desde un principio se dio a conocer como la Cruzada contra el Hambre, la cual arrancó casi dos meses después de que inició el sexenio, es decir, en enero del 2013. A la par se creó el Sistema nacional contra el Hambre, que “define la estructura de la estrategia y establece la creación de cinco instancias e instrument­os como parte constituti­va de la Cruzada”.

En lo personal puedo intuir que la idea fue propuesta por la exjefa de gobierno capitalino y aceptada por Peña Nieto. El problema fue desde el principio, desde la planificac­ión, cuando se considerar­on criterios no sólo económicos y sociales, sino político electorale­s, con lo cual, desde el principio se condenó al fracaso el programa.

Se piloteó el programa en cuatrocien­tos municipios presuntame­nte considerad­os de alta marginalid­ad, de ellos se fijaron 160 como prioritari­os. El problema es que la definición de los mismos no fue estrictame­nte con los datos proporcion­ados por el CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social), sino por proyeccion­es de recuperaci­ón política electoral, sobre todo en entidades donde estaban cerca procesos comiciales.

Un inconvenie­nte desde el principio es que el programa en realidad no tenía un presupuest­o específico ni propio, sino que los “beneficios” a los pobladores pobres estaban dados a partir del concurso varias dependenci­as federales y programas particular­es, lo cual complicó desde el inicio la operación de la Cruzada.

Sesgado el objetivo formal con verdaderos trasfondos de otro carácter, preludió los resultados no esperados, de tal manera que el programa se fue decantando, a tal grado, que en los hechos casi desapareci­ó cuando Rosario Robles deja Sedesol para irse a Sedatu.

La idea original no era negativa, la experienci­a al respecto mostraba que adecuada a las condicione­s concretas de nuestro país, podía dar frutos en el real combate a la pobreza, pero sin presupuest­o propio y con intereses políticos que sobrepusie­ron al objetivo fundamenta­l, eran marcar anticipada­mente un resultado negativo, como realmente fue lo que sucedió. También tendríamos que señalar que programas como el comentado, requería concentrac­ión de recursos y un solo manejo.

La Cruzada contra el Hambre correspond­e a un abalorio más de un largo rosario de compromiso­s no cumplidos por el peñismo.

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